Me encanta tejer tu suave seda,  con mis manos inquietas,  sentir la textura café,  con aroma a arándanos y frutillas,  es un juego que me envuelve,  fibra a fibra,  como si contara las estrellas,  sin importar el tiempo que me tome. 

¡Oh amorcito mío! , que lindos cabellos tienes tú…

Las veces que acerco mi nariz,  te inhalo hasta quedar estupefacto,  y salgo de órbita,  al espacio exterior,  en una caída libre sin fin,  a ojos cerrados,  salgo eyectado como un proyectil,  sin saber dónde caeré,  pero deseando impactar en ti.  

Tu espalda es una pista de hielo,  donde deslizo mis manos haciendo piruetas,  y al abrazarte,  siento las dunas de tu ser,  como si pisara el desierto de Atacama,  descalzo, bajo un cielo infinito estrellado.  

Tus labios tibios son cataratas del Niágara,  donde me sumerjo en su cortina de agua,  y tus manos,  esculpen arte;  preparan manjares que alimentan mi alma.  

Tus piernas,  cordilleras majestuosas,  derriten belleza desde sus cúspides,  y tus ojos de coral,  en penumbra,  me miran como faros en la noche guiándome… para perderme en el camino.

Necesito de tu aliento,  aquel sahumerio que me eleva hasta el cielo,  donde solo existimos tú y yo, entre seda y sueños.

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