Tu respiración agitada
hizo despertar en mis dedos
ansias de teclas oscuras,
letras claras y de ensueños.
Porque eres una fruta dulce, clara y deliciosa,
con la piel tan corrompible
por mis suspiros de amarillas hojas que crujen.
Eres fruta agria y dulce,
que se funde entre mis dientes,
y tu néctar se resbala por mis hondas comisuras,
y en mi mente me niego por tu piel de terciopelo,
que mis dedos hoy en teclas han deseado recorrer.
Y tu boca es una fruta que muerdo y le robo su aliento,
y una bruja la envenena para matarme en silencio.
Me convencen tus susurros y que buscas mis blancos dedos,
que hoy en teclas lo dicen:
soy la mujer en tu espejo.
Y tus hombros y tu pecho, son del fruto del durazno,
que empapan mis labios enrojecidos y van dejando su rastro.
Eres fruta en primavera,
con la piel de la manzana,
el aroma de las fresas, y tus esquivas miradas
escondes en tu morbosa mente,
de curioso y filosófico,
el deseo de esas hojas amarillas que, cayendo,
a tu piel la vas vistiendo y las mueves a tu antojo.
Eres fruto en primavera,
¿quién no lo desearía?
Morder en cada bocado de tu boca que envenena,
y calma la sed de gargantas oprimidas.
Soy hojas de almendro,
estoy camino al invierno,
y me arrastras al verano y me quemas con tu fuego,
y me olvido de mi árbol y este otoño no lo siento,
porque quemas con el gusto a ti, que eres fruta, en tus prohibidos silencios.
Y yo sigo con mis teclas, hablando de tus recuerdos,
que revives a cada rato, los conviertes en presente,
y yo en poesía y cuento.
¿Quién no te desearía?
Eres fruta de verano, eres agua, eres viento.
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