El Padre de ANA
Capítulo I
La mujer volvió a leer la carta:
“Querida Ana.
Te escribo para decirte que necesito verte. Creo que ha llegado el momento de que sepas toda la verdad sobre tu origen y tus padres.
Te espero el viernes a la puerta de tu trabajo. Espero que quieras hablar conmigo.
Tu padre”
Tras la segunda lectura, la mujer no salía de su asombro. ¿Era cierto lo que decía la carta o se trataba de una broma? ¿Y cómo sabía la persona que le había escrito dónde vivía y dónde trabajaba?
Demasiadas preguntas sin respuesta. Sólo una persona podría darle una explicación ya: su madre.
Sin pensarlo más cogió el teléfono y marcó el número de su progenitora.
-Diga –La voz como siempre parecía algo alterada.
-¡Hola, mamá! ¿Cómo estás?
-Anita, menos mal que te acuerdas de mí. Desde luego mira que eres descastada. Y yo aquí llena de problemas y sin podérselos contar a nadie.
-Mamá, pero si hablamos ayer y estuve de vista hace dos días en tu casa.
-¿Seguro? ¿No me engañas? Mira que te va a castigar Dios, si no te ha castigado ya –Ahora la voz sonaba muy alta, casi enfadada.
-No te engaño, pero eso ahora da igual. Te llamo para ir a verte hoy y preguntarte algo.
-¿Hoy? – Ahora la voz sonaba con miedo.
-Claro, así te hago caso y me preocupo por ti.
-Pero es que tu hermano no he barrido el salón. Y yo no puedo hacerlo con mis problemas de movilidad.
-No te preocupes. Si quieres ya lo hago yo, pero necesito hablar hoy contigo.
-¿De qué quieres hablar? ¿Traerás a tus hijos? Hace mucho que no los veo.
-No, iré sola. Mis hijos van a su aire, ya sabes, cosas de la edad. Además lo que te tengo que preguntar es mejor hacerlo en persona y estando las dos solas.
-Tú como siempre, imponiendo tus ideas y yo teniendo que aguantaros a todos, a tus hermanos y a ti.
-Mamá, no me cuentes lo de siempre.
-Es que tu hermano Pepe….
-Ahora no, mamá. Voy a tu casa y hablamos.
-Sí, sí corre, corre pero a mí no me tomas en serio.
-Hasta ahora, mamá
La mujer colgó el teléfono, lo guardo y se levantó del sofá. Su madre estaba como siempre, quejándose de todo y si escuchar lo que le decían, o quizá sí escuchara pero no quería responder, era mejor fingirse ida y no dar según qué explicaciones.
Tras pasar por el cuarto de baño y arreglarse un poco volvió al salón, recogió su bolso y se dirigió hacia la puerta del piso. La cerró y camino hacia el ascensor. Pulsó el botón de llamada y esperó que llegara para bajar al garaje y montarse en el coche que la conduciría a casa de su madre.
Por el camino iba pensando en todo lo que había de preguntar a su progenitora y en si ésta sería sincera en las respuestas o volvería a decirle cualquier mentira, como siempre solía hacer.
A estas alturas de su vida, cuarenta años, felizmente casada, con dos hijos adolescentes y un trabajo que le gustaba, lo que menos le importaba era saber quién había sido su padre, pero sí había de decidir si lo vería o no. Difícil no verlo a la puerta de su trabajo. Quería estar preparada por lo que aquel hombre pudiera contarle sobre su nacimiento y solo su madre podría ayudarla, eso si quería, si su cabeza estaba aquel día clara y era capaz de razonar.
Llegó al garaje, subió a su coche y se puso en marcha hacia su destino. Por el camino no dejaba de darle vueltas a todo lo que sabía sobre su padre, si es que sabía algo porque su madre le había dado muchas versiones sobre quién fue.
Tuvo suerte y consiguió aparcar cerca de la vivienda a la que iba. Bajó del coche, se acercó al portal y abrió con su llave.
Tras dos tramos de escaleras llamó al timbre de la puerta de su madre a la vez que introducía la llave en la cerradura.
-Mamá ya he llegado- dijo a la vez que cerraba la puerta tras sí y se dirigía hacia la sala donde sabía que estaría la mujer.
-Anita, ¿ya has llegado? Hoy te has dado prisa. A saber qué es lo que quieres.
-Hola- Saludó Ana a la vez que besaba el rostro de su madre e ignoraba su comentario- ¿Quieres que te prepare algo de beber o de comer? ¿Hace mucho que se ha ido Pepe?
-No, no tengo ganas. Pepe me ha preparado una sopa de sobre antes de salir con su novia.
-Mi hermano, como siempre tan servicial. -Ironizó la hija.
-No te metas con él que ya tiene suficiente con no encontrar trabajo.
-¡Ah! ¿Pero lo busca?
-Tú como siempre atacando a tu hermano y te aseguro que él no es malo.
-Mamá dejemos el tema. No quiero hablar de Pepe. He venido por otra cosa.
-Di que sí, tú a lo tuyo y a los demás que los zurzan- El tono de la mujer se había alterado bastante. No le gustaba que se metieran con su hijo pequeño.
Ana ignoró el comentario de su madre y se sentó a su lado. Tras ello sacó la carta del bolso y se la tendió.
-¿Qué es esto?
-Lee y dime tú porque yo no lo sé muy bien.
-¿Cómo voy a leer sin las gafas?
-¿Dónde las tienes y te las acerco?
– Están en el cajón de debajo de la televisión.
Anita se levantó, abrió el cajón, cogió las gafas y se las tendió a su madre que se las puso. Tras ello la mujer miró la nota y palideció.
La hija notó el cambio en la expresión de su madre, pero no dijo nada. Esperó a que leyera observando como la cara de su progenitora cambiaba hasta casi no parecer ella.
-¿Quién….. quién…..? _Balbuceó su madre al cabo de unos segundos.
-No lo sé. No sé quién la ha escrito y vengo a que tú me lo digas.
-Yo no sé nada, no sé quién puede haberla escrito- Susurró la mujer mayor.
-Eso no te lo crees ni tú. Tu cara y tu voz dicen todo lo contrario, tú sí sabes quién la ha escrito y también sabes quién es mi padre- Respondió la hija.
-Yo…..
-Solo quiero respuesta a una pregunta. ¿quién fue mi padre?
-Eso ya te lo dije en su momento.
-Sí, primero el mismo que el de mi hermana, luego un empleado de una fábrica, pero la verdadera respuesta cuál es.
-El empleado de la fábrica. Era casado y por eso me dejó.
-¿Es él quien me escribe, pues?
La mujer no respondió, se limitó a callar y cruzar las manos sobre su pecho.
-No, no es él porque si lo fuera tú no te habrías puesto tan nerviosa. Dime la verdad, mamá.
-No, no…lo sé….
-Ahora resulta que no sabes quién fue mi padre.
-Yo…. Tú…… Me duele la cabeza, no me acuerdo.
-No mientas, dime la verdad antes de que el autor de la carta me vea y me la diga él.
-Hace calor.
-Mamá….
-Me falla la cabeza, me mareo….
-No te creo. Quiero saber.
La mujer, que parecía más anciana de lo que era en realidad, miró a su hija y con los ojos llenos de lágrimas dijo:
-Lo siento. Mis labios están sellados. No puedo hablar. El secreto se ha de ir conmigo a la tumba. Si hablo habrá muchas desgracias. Tu padre es un empleado de fábrica casado.
Ana miró a su madre sin entender nada y volvió a preguntar:
-¿Quién fue mi padre?
-Tu padre fue un empelado de fábrica casado. Tu padre es un empleado de fábrica casado.- Repitió su madre casi gritando y con los ojos llorosos.-El padre de tu hermana fue un taxista y el de te tu hermano un camionero.
– Eso ya lo sé, es lo que siempre han dicho, bueno siempre no, la mayoría de las veces, pero quiero la verdad.
-La verdad es esa, tu padre fue un empleado de fábrica casado. Y déjame. Me duele la cabeza. Me mareo.
-Está bien, mamá. Tendré que preguntar al autor de la carta la verdad.
-No, no lo veas, no, no….
-Me voy ya mamá y te aseguro que lo veré. No puedo huir de mi trabajo y además no quiero, ahora es cuando quiero saber. Nunca me ha importado demasiado quién fue mi padre pero ahora siento curiosidad.
-No, no….Traerás la desdicha para todos.
-No entiendo nada, pero quiero entender y entenderé. Me voy mamá ya te contaré cómo me fue.
-No, no…….
-Adiós, mamá.
Ana se levantó, se dirigió a la puerta y salió ignorando los gritos de su madre.
Ahora es cuando estaba segura que sobre su nacimiento pesaba un misterio y quería descubrirlo. Estaba claro que su madre no hablaría por nada del mundo, pero, existía la otra persona, el hombre que había escrito la carta y ahora quería hablar con él.
OPINIONES Y COMENTARIOS