Hace no muchos días, cuando Donald J. Trump asumió un papel importante en el gobierno de los Estados Unidos (poder que anhelaba de forma enfermiza), se presentó al mundo como aquel enviado por Dios que haría nuevamente grande a Norteamérica. Después de la toma de protesta, el mandatario se dirigió hacia la Catedral Nacional de Washington, donde durante un servicio religioso como parte de las tradiciones del inicio de un nuevo gobierno, el odio y el amor se enfrentaron.
Una vez que progresaba la ceremonia religiosa (y muy al estilo de los profetas enviados por Dios, profetas del reino del norte de Israel y del reino del sur Judá) se levantó una voz en el desierto, voz de una auténtica profeta que trabajan al servicio del omnipotente. La Obispa Mariann Edgar Budde enfrentó a al Faraón con el amor de una madre y la autoridad de un padre con palabras cargadas del Evangelio del Reino, una buena noticia con una carga increíble de amor, esperanza y misericordia para los grupos más vulnerables que radican en la nación de los Estados Unidos.
Parte del mensaje de la hermana, que ha mi parecer son palabras ungidas y con una auténtica neumatología, decían lo siguiente:
(…) “Permítanme un último ruego. Señor Presidente, millones de personas han depositado su confianza en usted y, como dijo ayer a la nación, ha sentido la mano providencial de un Dios amoroso. En nombre de nuestro Dios, le pido que se apiade de las personas de nuestro país que ahora tienen miedo. Hay niños gays, lesbianas y transexuales en familias demócratas, republicanas e independientes, algunos de los cuales temen por sus vidas. Y las personas que recogen nuestras cosechas, limpian nuestros edificios de oficinas, trabajan en granjas avícolas y plantas de envasado de carne, lavan los platos después de comer en los restaurantes y trabajan en los turnos de noche en los hospitales: puede que no sean ciudadanos o no tengan la documentación adecuada, pero la gran mayoría de los inmigrantes no son delincuentes. Pagan impuestos y son buenos vecinos. Son fieles miembros de nuestras iglesias, mezquitas, sinagogas, viharas y templos. Le pido que tenga piedad, Señor Presidente, de aquellos en nuestras comunidades cuyos hijos temen que sus padres sean llevados, y que ayude a quienes huyen de zonas de guerra y persecución en sus propias tierras a encontrar compasión y acogida aquí. Nuestro Dios nos enseña que debemos ser misericordiosos con el extranjero, porque todos fuimos extranjeros en esta tierra. Que Dios nos conceda la fuerza y el valor para honrar la dignidad de todo ser humano, para decirnos la verdad unos a otros con amor, y para caminar humildemente unos con otros y con nuestro Dios por el bien de todas las personas de esta nación y del mundo. Amén”.
Ahora bien, ¿por qué creo que la hermana Mariann Budde es una auténtica profeta? Como un Moisés ante Faraón, sencillo: sopesemos sus palabras a la luz de los profetas del pasado. A continuación, te presento algunos ejemplos, a saber:
– El profeta Miqueas y el rey Ezequías: “Miqueas dijo: ¿Qué es bueno? ¿Qué es lo que el Señor demande de ti? Solo que hagas justicia, y que ames la misericordia, y que camines humildemente con tu Dios.” Miqueas 6:8
– El profeta Sofonías y el rey Josiah: “Sofonías dijo: ‘Buscad al Señor, todos los humildes de la tierra, que habéis guardado sus mandamientos. Buscad la justicia, buscad la humildad. Quizás seréis protegidos el día de la ira del Señor.” Sofonías 2:3
– El profeta Zacarías y el rey Zorobabel: “Zacarías dijo: Así dice el Señor de los ejércitos: «Juzgad con verdad, y haced misericordia y compasión cada uno con su hermano. No oprimáis a la viuda, ni al huérfano, ni al extranjero, ni al pobre. No penséis mal cada uno en su corazón contra su hermano.” Zacarías 7:9-10
– El profeta Isaías y el rey Ezequías: “Isaías dijo: ¿Qué es esto que veo? Los justos son perseguidos, y los malvados son exaltados. ¡Ay de aquellos que llaman al mal bien, y al bien mal!” Isaías 5:20-23
– El profeta Jeremías y el rey Joaquín_: “Jeremías dijo: Así dice el Señor: «He aquí que yo voy a enviar sobre vosotros una nación, una nación poderosa y antigua, una nación cuya lengua no conocéis, ni entenderéis lo que hablen. Sus armas son armas de destrucción, y destruirán todo lo que tengáis.” Jeremías 5:15-17
En estos textos bíblicos, los profetas piden piedad e igualdad, y critican la opresión y la injusticia. También instan a los líderes y al pueblo a buscar la justicia, la misericordia y la humildad. Una sana exégesis nos ayudará a comprender que estos profetas tenían un Evangelio, una buena noticia para el pueblo y una denuncia hacia los monarcas.
Más adelante, y para rematar el asunto, Jesús era un auténtico profeta. De hecho, es uno de sus tres oficios. Aunque el Maestro tenía múltiples formas de predicar el Evangelio, este mensaje nunca dejó de estar cargado de amor y promesas de libertad hacia los más necesitados, oprimidos y desamparados. Llegando de un lado a otro: “Y recorría Jesús todas las ciudades y aldeas, enseñando en las sinagogas de ellos, y predicando el evangelio del reino, y sanando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo.» Mateo 9:35
Y por si esto fuera poco, a través de todo el canon observamos que existen cuatro grupos vulnerables que todos los que tenemos al menos algo que compartir, y con mayor razón los que están en eminencia, debemos hacerles el bien. Estos grupos son:
1. Los extranjeros
2. La gente viuda
3. Los huérfanos
4. Los pobres en general
Toda la literatura bíblica mitológica, profética, sapiencial, poética, en cartas, evangélica e incluso apocalíptica insiste una y otra vez en esta cuestión. Por lo que debemos entender que esta es la verdadera religión de la cual Santiago habló.
Finalmente, y casi lo olvido, tal vez te preguntes: ¿y qué con el título de este ensayo? Muy bien, te explico. Como ya lo mencioné, la Biblia cuenta una leyenda de un libertador, este líder y su pueblo eran oprimidos y eran servidumbre del Faraón de Egipto. Este hombre es Moisés, quien recibió la ley de Dios. Fue un analfabeto comisionado para decirle al Faraón que liberara a su pueblo del yugo y de la opresión. La historia no termina nada bien para aquel hombre que se empecinó a maltratar a los más débiles y vulnerables.
Se cree que Dios es el mismo de ayer, hoy y siempre, si este Faraón (Trump) no obedece la voz de Moisés (la hermana Mariann), es muy probable que Faraón vuelva a enfrentar el juicio de Dios. Después, Moisés fue y dijo a Faraón: «Así dice el Señor, Dios: ‘Deja ir a mi pueblo'». Pero Faraón dijo: «¿Quién es el Señor para que yo escuche su voz y deje ir al pueblo? No conozco al Señor, y además, no dejaré ir al pueblo». Éxodo, capítulo 5.
Por: Batres Gaytán, Eduardo Raziel.
OPINIONES Y COMENTARIOS