Se despertó pronto por la mañana despejada y tranquila, hizo sus ejercicios de yoga, desayunó, se duchó, se vistió, se maquilló y marchó contenta al trabajo convencida de que, algún día, ocuparía el lugar que le correspondía.

Sin embargo, nada más llegar, aquellos ignorantes la colocaron entre el sujeto y el predicado por lo que, cual serpiente sibilina, extrajo una diminuta navaja que llevaba en el bolso y rebanó el cuello al verbo. Sin miramientos; sin contemplaciones.

Angustiados, los guardias de seguridad se la llevaron a rastras ya que, durante la trifulca, había perdido pierna y género por lo que, sin más dilación, lo relegaron al final y punto.

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