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Los peluches poseen un encanto especial, brindando, protección, consuelo y dulzura.
Autores: Florennys Mendoza y Freddy Araujo SchP.
En el encantador pueblo de Calicanto, donde las casas se adornan con flores y el aire está impregnado de risas infantiles, vivía una niña llena de sueños y dulzura llamada Dayanita.
Cada tarde, después de la escuela, navegaba en el vasto mar de su imaginación, creando mundos donde todo era posible. En uno de esos días, Dayana, con una chispa en los ojos, anunció a sus padres que quería un amigo especial para sus muñecas, un peluche que las protegiera y la acompañara en su ausencia. Ya que un perro en alguna ocasión las había mordido. El perro aparentaba ser bueno, pero aprovechaba cualquier momento para hacer daño a las muñecas.
—¡Papi, mami! —exclamó emocionada—. Quiero un peluche que me cuide de la oscuridad, de los truenos y del frío. ¡Él será mi leal compañero de aventuras!
Su padre, contemplando la alegría de su hija, sonrió y le recordó su hermoso dibujo de un peluche que había hecho recientemente. La madre, siempre atenta y cariñosa, sugirió que podrían buscarlo en el mercado el fin de semana, aunque sabían que debían ser cuidadosos con sus gastos, pues el dinero no abundaba.
Así, el esperado sábado llegó, y cuando su madre le anunció que era hora de salir, los ojos de Dayana brillaron como estrellas. La emoción llenó su corazón mientras se preparaban para explorar el bullicioso mercado de los buhoneros. Juntas, recorrieron los coloridos puestos, pero el peluche soñado parecía tan esquivo como un susurro en el viento.
Fue al topar con una caja etiquetada como «juguetes para reparar» que el destino le sonrió. Al abrirla, Dayanita encontró el peluche perfecto: un adorable compañero con una braga, aunque con un pequeño defecto: le faltaba un ojo. Sin dudarlo, le pidió a su mamá que lo llevaran a casa.
Aquel peluche, que Dayanita nombró Pelusa, se convirtió en su fiel guardián, protegiéndola de los miedos nocturnos y acompañándola en sus travesuras imaginarias. Pero un día, cuando una emergencia llevó a la niña al hospital, olvidó a Pelusa en casa. La oscuridad y el temor llenaron su habitación, y en medio de la angustia, escribió una súplica en un papel: «Por favor, traigan a Pelusa».
Como un milagro, su querido amigo apareció, y con él, la calma volvió, ayudando a Dayanita en su recuperación. Con el tiempo, Dayana creció, y Pelusa fue relegado a un rincón. Su madre, creyendo que ya no era importante, decidió regalarlo, sin saber que el peluche tenía un don especial que sanaba corazones rotos.
Cuando Dayana se dio cuenta de su ausencia tras una discusión familiar, la tristeza la invadió. Fue entonces que su madre le contó sobre su nuevo destino, donde Pelusa había llevado alegría y sanación a una niña enferma que había sido víctima del maltrato, abandono y abuso. La magia de Pelusa transformaba hospitales en refugios de amor, curando a quienes más lo necesitaban
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Conmovida por la historia, Dayana entendió la misión de Pelusa: brindar, protección, consuelo y dulzura donde más se necesitaba. Abrazó a su madre y, juntas, fueron a visitar a la pequeña que ahora disfrutaba de la compañía de Pelusa, recordando que los peluches son recuerdos de amor, creados con hilos y algodón, y que su verdadero poder reside en la bondad que llevan consigo.
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