Era muy temprano por la mañana, las cinco y diez exactamente, a esa hora, en aquel pueblo, ya empezaba la tímida aparición del sol, aún no se veía, pero podías sentir su presencia al ver el cielo, que pasaba de oscuro a gris claro con un tono violáceo.
A esta hora era que se concatenaba aquel cielo luminoso y el frío azotador de la noche
También era a esta hora que se despertaba Yawar Condori, cuyo sueño era interrumpido por un perro peruano jovial y gordo, que le lamía con ansias el rostro.
Yawar agarró al animal por la panza, con una sola mano, bajando lentamente de la cama.
Pero el can volvía a tomar impulso para subir a continuar con su misión, entonces Yawar decidió levantarse, aunque se le congelaran las narices y orejas
Se vistió de abajo a arriba, lo último que se puso fue un chullo no muy colorido, pero pesado y abrigador.
Salió de su pequeña casa, agachando la cabeza como siempre, pues este hombre rozaba los dos metros, y era fornido por naturaleza, agreguemos a eso una cara tosca pero sumisa. Era sin duda el más imponente de aquel pueblo indígena, pues el promedio allí no pasaba del metro con sesenta.
Pero él estaba acostumbrado a siempre tener que agachar la cabeza.
Al salir, el perro trató de seguirlo, pero Yawar le vociferó algunas palabras en quechua y este volvió a entrar rápidamente al ser regañado.
Bajo de la pendiente donde se encontraba su casa, la cual estaba alejada un poco de la calle donde se encontraban todas los demás hogares, puestas en fila.
Caminó entonces a la primera de estás, tenía dos pisos, hecha de piedra, con un balcón arriba de la puerta de entrada, que era aún más pequeña que la de Yawar.
Tocó con prudencia la puerta, dio tres golpes.
Esperó, no más de un minuto, cuando salió Aklla Huamaní, aún con los ojos pegados, entonces al entreabrir y vislumbrar a Yawar, con la mano abierta saludando, abrió bien los ojos y le dijo: «Espera un momento»
Cerró la puerta, de una forma que se podría interpretar como grosera, se oyó como vociferaba el nombre de «Acarí».
Luego de que se escuchara un poco de revoloteo dentro de aquella gran casa (grande considerando como eran las demás), a los cinco minutos salió Acarí Huamaní, hijo de Aklla Huamaní, poniéndose aún las ojotas.
-Bueno días, señor Yawar
Yawar solo lo miro, entonces Acarí se despidió de su madre con un beso en el cachete, y cerró la puerta
– Tienes la lista? -preguntó Yawar
-Claro, señor
-Trae a los caballos, entonces
Caminaron en direcciones contrarias, pero no muy distantes, Yawar lo esperaba en la salida de aquel pueblo, rodeado de una cordillera tan verde que conmovía el corazón de cualquiera que se pusiera a apreciarlo un momento, incluso para los pueblerinos, quienes tenían aquel paisaje más que visto y analizado, e incluso para Yawar.
No pasaron más de diez minutos cuando regresó Acarí, con los caballos, el más grande, viejo y robusto era el de Yawar, y el más joven y lánguido, para Acarí, ambos traían detrás unas carretas con ruedas, atadas a estos, cada uno con una acorde a su tamaño.
Los traía sin sujetarlos, pues estos lo seguían como si fuese su madre
Entonces subieron en perfecta sintonía cada uno al suyo, y se pusieron en marcha
Era apenas la segunda vez que Acarí acompañaba a Yawar a hacer los recados, pues “siempre hace bien un alma joven” le había dicho la madre a Yawar.
Yawar, desde muy joven había sido el encargado de ir a la ciudad, puesto a qué siempre fue el más grande, responsable y serio, además de solitario.
Sobre todo no llevaba dentro suyo el repudio característico que tenía aquel poblado hacia la ciudad, sobre todo a su gente.
Entonces, el joven Acarí, puesto que era bastante problemático y no divisaba en lo más mínimo algún futuro, su madre, quién era parte de la minoría que no repudiaba la ciudad, lo había obligado a ir con Yawar cada fin de semana, así podría tener un visión más amplia del mundo y poder buscar alguna pasión o algún propósito, y no terminar siendo un zángano.
Yawar sacó un libro, para empezar a leer en el largo camino de veintitantos kilómetros que les esperaba. Le dio uno a Acarí también.
Acarí suspiro y dijo
-¿Hoy también hay que leer?
-¿No quieres leer tu libro?
-Nunca me ha gustado leer, la última vez dejé a la mitad aquel cuento que me diste, ¿Por qué te gusta tanto? No lo entiendo, si lees tanto, debes de ser ilustrado, y si lo eres, ¿Por qué no haces nada con eso?
-Te parece a ti , entonces, ¿Qué no hago nada?
-¿No vives de las propinas de los encargos?
-Y moriré así – dijo orgulloso Yawar
-No lo entiendo, así como no entiendo la mitad de palabras de estos libros- dijo mientras miraba con compasión el que tenía entre manos
Yawar busco en un bolso que colgaba de su caballo, sacó un diccionario y se lo lanzó inesperadamente a Acarí, el cual atrapo y contempló también
-Tienes tanta suerte – dijo suspirando Yawar- desde que naciste aprendiste español y quechua, yo soy el que no ve que has sacado provecho a ninguna de las dos
– Mi español es tan simple que no sirve de nada, al igual que mi quechua…¿Y como aprendiste tú, ese tan complicado español del cual presumes?
Yawar no dijo nada, pero Acarí insistió, pues notó en sus ojos una mezcla de disgusto y una melancolía misteriosa, incluso lo notó un poco sonrojado
Yawar, luego de reflexionar un poco, guardó el libro que aún tenía entre manos, El joven lo imito guardando el libro y el diccionario en su bolso personal.
Redujo el trote y le preguntó en voz baja a Acarí
-¿Te has enamorado alguna vez, Acarí?
La pregunta sorprendió a Acarí, pues Yawar no tenía apariencia de ser alguien que hable mucho acerca del amor
-No, aún no
-Pues cuando te pase, sabrás que el amor mueve montañas; las más grandes, las más pequeñas; los ríos más largos, los más cortos; las mentes más ignorantes, y las más sabias
-Seguro que sí, Señor Yawar, ¿entonces vas a contarme?
-Bueno, pues no sé cómo empezar exactamente- dijo desviando la mirada del chico, para ver ahora hacia delante- ¿Sabes que hago esto desde mis años más tiernos, no? Pues empecé hace diecinueve años, cuando tenía dieciocho, dos años menos de los que tienes ahora. A esa edad era yo lo suficientemente fornido e inteligente para poder desenvolverme solo en el ambiente de la ciudad. Sabes también el odio que tienen nuestros hermanos (la gente del pueblo) hacia su gente, así que se habían rehusado a acercarse a ella, no ser que sea de extrema necesidad, la cual ocurrió, pues hubo una época, en mi ya mencionada juventud, que hubieron muchas personas enfermas, de una gripe extraña, pero que según nos decía la gente que más salía de aquí, todo era fácilmente curable con los medicamentos de la ciudad.
Tú sabes que si mi pueblo cree, yo creo, pero no basta creer para mejorar a los enfermos, así que me ofrecí a ir a la ciudad y comprar los medicamentos
Mucha gente no estaba de acuerdo, y rechazaban también dar una sola moneda de de a sol para que se llevara a cabo, pero la asamblea comunal, sabiendo la situación, decidieron hacerse cargo de los gastos, a pesar de no ser los más adinerados. Al final me concedieron un caballo, sin carreta, solo dos bolsos grandes a cada lado, y me puse en marcha por medicinas.
Entonces Yawar hizo una pausa, ya que estaban atravesando una parte accidentada.
Acarí también estaba concentrado en bajar aquella pendiente, pero más parecía su mutismo provocado por el no querer interrumpir la historia
Al terminar aquel camino, que no tomo mucho, Yawar siguió hablando
– Solo es línea recta la mayoría del tiempo, lo sabes, seguir la carretera, así que no tuve muchas dificultades en llegar, en ese entonces no sabía leer muy bien el español, ni hablarlo muy fluido, por consecuente no leía libros, todo el camino no hice nada más que pensar, y enfatizar un sentimiento que tenía en el pecho, de emoción, pensaba en ese momento.
Luego de unas horas llegué a la la entrada de la ciudad, dejé al caballo atado en un poste en un callejón no tan concurrido, y lo puse bajo el cuidado de una señora con un puesto de frutas, pues solo me iría unos minutos ya que las boticas no se encontraban muy lejos
Fui a algunas boticas, preguntando precios ya que no tenía mucho dinero, así que decidí comparar precios, o tal vez esa era la excusa para apreciar las calles.
Me parecían hermosas, modernas, me hacían sentir que era alguien más. La gran plaza de armas, llena de vitalidad; las casas pintorescas, que parecían sacadas de un cuadro.
Había tiendas de todo y para todos, pero hubo una que llamó particularmente mi atención, era un pequeño puesto con un señor anciano que tenía filas y filas por montones de libros apilados libros que, según su cartel o lo que yo pude entender en ese momento del cartel, eran de segunda mano
Me llamó la atención la estética, y la paz que traía también ver a aquel viejo disfrutar en silencio de un libro quizá más antiguo que él.
Decidí entonces comprar los medicamentos de una vez, donde me alcanzara el dinero, incluso me sobró un poco, pues busqué muy bien. Luego de esto, pasé discretamente al lado de aquella biblioteca improvisada, mis piernas se detuvieron solas, aquel señor me vio de pies a cabeza , luego vio mis ojos un segundo y me brindó una afable sonrisa, me dijo «Ali chishi»
Dejé de estar tenso y lo saludé también, entonces me quedé a inspeccionar los libros, como si hubiese podido entenderlos al cien por ciento… Le comenté al señor mi problema con el español, entonces me señaló una fila de libros, sé ahora, que eran infantiles, pero en aquel momento muy bien no lo sabía.
Mientras inspeccionaba que libro adquirir, pues solo me alcanzaría para uno, pude sentir una mirada, y distinguir una silueta de reojo a mi derecha
Cuando giré la vi, era una joven hermosa, de ojos grandes, penetrantes; cabello largo y de un negro puro, olía a seguramente la rosa más hermosa del planeta, y se me implantó con fuego aquel instante de su rostro.
Sin que dijera una palabra, solo con la mirada, había alterado, aún más de lo que ya estaba, mi corazón .
Cuando separó los labios me dijo con una sonrisa de curvas tan armoniosas y musicales
-Es un poco gracioso ver a un grandote comprando esos libros
Yo tenía un libro ilustrado en la mano, no le dije nada, pues me quedé anquilosado admirando su pura belleza.
Entonces, sin dejar de sonreír, puso su mano en mi brazo
-Pero si te gusta, entonces está bien
Cualquiera diría que dijo eso con condescendencia, pero recuerdo sus palabras y su forma de decirlo, con tanta sencillez y respeto, que sentí como se derretían las mariposas de mi pecho lentamente, a pesar de estar esforzándome por entender lo que me decía
-No habló muy bien el español- le dije
-Oh, ¿No eres de aquí?
-Soy de ******
-Me parece increíble, está un poco lejos, ¿no? Dicen que es hermoso, tiene las montañas más verdes y más llenas de vida, incluso dice la gente que puedes sentirte lleno de vitalidad cuando te acercas al pueblo -se detuvo un momento- ¿entiendes lo que estoy diciendo? Perdóname, ya me dijiste que no lo hablas muy bien
Entonces yo me quedé procesando, unos segundos, y rápidamente le dije:
-Entendí, creo
Entonces se echó a reír, así la conocí pues, compré el libro aquel que tenía entre manos
Y estuvimos caminando un poco por la plaza de armas, ella trataba de hablar lento pero siempre terminaba siendo muy locuaz, pero a mí eso no hacía más que fascinarme, sentía que podía entender todo lo que saliera de su boca, aunque no lo hiciera realmente.
Me contó que estudiaba en la universidad, Docencia, que sus padres la habían enviado sola a estudiar por aquí porque ellos habían estudiado en esa misma universidad. Me contó también que residía en una pequeña habitación que le habían proporcionado sus padres
Pude intuir que era de dinero, por sus relatos, por su forma de hablar, que sonaba tan melodiosa y fina
Hablamos no menos de dos horas, en las cuales no nos preguntamos nuestro nombre, hasta que nuestros caminos ya se tenían que separar
Ella dijo:
-Soy una maleducada, grandote, ¿Cuál es tu nombre? perdóname por no preguntarlo
-Soy Yawar Condorí
-Yo soy Alessia Patrón, Yawar, ha sido un gusto
No dije nada, y ella se fue por su camino, no sin antes agarrar mi bolso y poner un diccionario, la deje hacerlo.
Regrese rápidamente por mi caballo, pues se me había olvidado enteramente,
Este estaba cabizbajo, pues seguramente pensaba que había sido abandonado, para la señora de la frutería parecía que no había pasado el tiempo..
Entonces, Yawar acarició a su caballo (no es el mismo) en silencio, Acarí interrumpió
-¿Eso es todo?
-No, Acarí, desde ese día no fui el mismo, aquel sábado viví realmente, me latió de verdad corazón, ahora podía escucharlo en el fondo de mis orejas, podía ver el alma de las plantas, el rojo de las rosas y pude ver al fin lo verde de las montañas que rodeaban nuestro pueblo, pude sentir la frescura de las brisas y todo cobró sentido. El pueblo mejoró, así como yo, leí el libro que compré unas 10 veces antes de qué pasara una semana exacta, aprendía palabras nuevas todos los días con el diccionario que ella me había regalado, y esperé el siguiente sábado. Entonces me ofrecí a comprar más medicina para aquellas familias que las querían, las cuales eran pocas, pero a su vez me hicieron encargos de otro tipo, pues muchas personas del pueblo iban a la ciudad a regañadientes ya que necesitaban comprar ciertas cosas específicas, pero conociendo mi existencia se dieron cuenta que ya no sería necesario
Así entonces me puse en camino el siguiente sábado de nuevo. Al llegar hice la misma ruta con ligeros cambios debido a la nueva lista de cosas a adquirir, y volví a la misma librería a la misma hora con la vivida esperanza de encontrarla.
Entonces ahí estaba ella en la misma librería, como esperando a alguien, a mí. Me acerqué y la saludé, devolvió el saludo con una sonrisa de oreja a oreja, el viejo de los libros solo nos miraba.
Volvimos a pasear y fue tan increíble como la primera vez, se volvió esto una costumbre, pues Dios me bendijo con tener una excusa siempre para tener que ir a la ciudad un sábado aún si no tuviera la excusa lo hubiera hecho
Me sentía tan vivo como tan capaz con ella a mi lado, me enseñó de todo, literatura, lengua historia, pues mientras yo aprendía, ella aprendía a enseñar, y nos complementábamos
Ella me enseñó lo que son ahora mis libros favoritos, mis pinturas favoritas, mis palabras favoritas, mi clima favorito, era ella un viaje de autodescubrimiento un viaje tan profundo, extenso y gozoso que sentía que podía morir de placer
-¿Era correspondido ese amor que sentías, Yawar? -pregunto Acarí con confianza- necesito saberlo ya
-Claro que no lo era, Acarí. No lo sería nunca, pues ella nunca se sentiría hacia mi, como yo me sentía hacía ella, pues no alcanzaría ni los talones de aquellas cosas únicas y puras que llegué a sentir. Escúchame, pasamos semanas, meses, hasta poco más de un año así, con cada acercamiento, cada roce, cada abrazo, mi corazón se alteraba más y más, sentía que iba a morir. entonces supe que ya no podría aguantarlo más.
En todo ese tiempo nunca había visitado su habitación, pues nos la pasábamos paseando y exprimiendo los sitios y paisajes más hermosos de estas tierras, entonces con el mejor léxico que había adquirido hasta entonces y la mejor de la caligrafía y ortografía, escribí la primera carta en toda mi vida, una carta de liberación, confesión, confesando mi amor desde el día primero hasta aquel día, siendo consciente de la clara posibilidad de no ser correspondido. Me había tomado probablemente más de un mes terminar esa carta, después de muchos intentos que había desechado, pues se me hacían o muy largas o muy cortas, muy dulces o muy amargas.
Hasta que mi corazón no pudo más y decidí que ya era el momento
Estuve en las afueras de su aposento, y era como la describía, sobre todo porque la entrada era una puerta de cristal con barrotes de metal que formaban figuras, como flores y plantas. No fui un sábado sino un día cualquiera, y me paré en la puerta de su habitación alquilada.
Frente a ella, reflexioné durante cinco minutos mirando hacia todos lados con paranoia por si llegaba Alessia
Entonces tomé valor y me agaché para pasar la carta por debajo de su puerta, allí vi un sobre grande con postales y con su nombre escrito en el.
Lo admito ,Acarí, pequé, no pude aguantar y tuve que abrirlo. era una carta de sus padres, lo cual me calmó, tan solo unos segundos, pues al empezar a leer, según lo que pude interpretar, ella les había contado de mí e incluso les había mandado una foto que nos habíamos tomado en la plaza de armas con una de esas cámaras modernas (en ese entonces) que te imprimían la foto, sus padres no estaban nada contentos, en la carta expresaban y se preguntaban cómo su hija podía guardar relación con alguien como yo, un serrano un provinciano que tenía cara de cavernícola, que era tan grande que parecía un monstruo torpe, además de analfabeto según decía el texto, y seguramente brujo, como también leí, en la carta también le prohibieron volver a verme.
Vi un par de cosas más, y me llené de rabia, pues me sentía humillado, dejé la carta fuera del sobre, para dejar mi rastro, y la pasé por debajo de la puerta, entonces agarré mi carta e hice lo mismo.
Ya no con las mismas intenciones de antes, ya no era una simple confesión de amor, ahora era una despedida. Pues sus padres tenían razón. O al menos eso pensaba el Yawar de aquel entonces
No regresé a la ciudad, ni la siguiente semana, ni la siguiente de la siguiente.
Ni como en un mes, hasta que la exigencia de los pueblerinos fue demasiada como para negarme a ir, entonces lo hice reacio.
Temía verla, pues no sabría qué decirle, ni cómo saludarla y mucho menos cómo mirarla.
Pero una parte de mí, una muy grande pero también oculta parte de mí quería verla, anhelaba con una fuerza sobrehumana hacerlo.
Entonces tomé a mi caballo y me puse en camino. .
Yawar detuvo su relato, al igual que su caballo, Él y Acarí estaban justo en un acantilado, un giro en la carretera que daba vértigo de solo apreciarlo de lejos, sin ver el vacío aún.
Yawar delante se detuvo al borde de aquel precipicio, señaló hacia abajo, por donde pasaba un río bastante sosegado.
Prosiguió con su historia
-Entonces, Acarí, justo aquí fue cuando lo vi, una pequeña combi, de esas que a veces vienen al pueblo pero solo de pasada, pues no somos nada turísticos. Vi aquella combi desparramada sobre ese pequeño y tranquilo rio, comprimida y como con cinco o seis personas esparcidas a los alrededores.
Me invadió un sentimiento de pesadez, el cual me empujó a bajar y ver si alguien seguía bien, pues parecía reciente.
Con un poco de dificultad logré bajar por otro camino… Yo nunca había visto un muerto, Acarí. Ese día ví seis, uno de esos era Alessia Patrón, con los cachetes bañados en sangre, la ropa media rota y en una posición imposible para alguien que está vivo.
Probablemente me quedé parado allí una hora, sin decir nada, hasta que recobre conciencia, repuse fuerzas y me acerqué a ella, toque su pecho, el cual no vibraba ya, sentí en uno de los bolsillos algo, era mi carta, pero algo modificada ya que atrás, donde antes había un vacío, tenía algo que yo no había escrito
Decía: «Claro que puedo, Yawar, Búscame»
Y tenía un beso impreso con labial al lado
Entonces le vi la cara por última vez, me acerqué y le di un dulce beso, para luego guardarme la carta en el bolsillo y salir caminando de allí, más bien tambaleándome, sentía unas náuseas profundas.
Entonces subí al caballo y continúe con mi camino a la ciudad.
Usar mis conocimientos, es usar los suyos, Acarí, hacerlo es recordarla, y no me gusta recordarla, esta es una gran y única excepción
Yawar no dijo más, se había quedado estático, contemplando el sol que nacía entre las montañas, Acarí también apreciaba el paisaje sin decir palabra, al continuar el camino abrió su libro y se puso a leer.
Lo mismo cuando compraron las cosas e igual cuando regresaron, hablaron únicamente lo necesario.
Al volver al pueblo, ya de noche, en la entrada, Acarí pidió a Yawar si podía prestarle algunos libros sencillos de leer, y este, emocionado, fue rápidamente a su hogar y sacó una torre de 10 libros la cual llevaba en una mano, se los dio con una sonrisa afable y se despidió de Acarí amablemente.
Acarí llegando a casa saludo a su madre con un beso en la frente, cenó rápidamente y luego fue a su habitación, pues quería reflexionar a solas sobre aquella historia que había escuchado, revisó también los libros que le había dado Yawar, algunos eran ilustrados, también tenía aquel diccionario que se le había sido dado al inicio.
Lo abrió y de ahí cayó una hoja amarillenta, lucía antigua, una de las caras decía en medio «Claro que puedo , Yawar, búscame» , entonces se le dilataron las pupilas como igualando la luna llena de esa noche, dio media vuelta a aquella hoja.
Había allí un texto no muy amplio, entonces, con diccionario en mano, se dispuso a leerlo.
Para: Alessia Patrón
«Hola, Alessia, soy plenamente consciente que no abarco las características que seguramente buscas en un hombre, sobre todo mentalmente, pues nuestras realidades, sé yo que son distintas, pero descubrí que eso me parece hermoso.
Tengo muchas cosas que no quiero ser, y que soy
Otras tantas que quiero ser, y que no soy
Percepciones o conceptos que me gustaría cambiar, pero que escapan de mis manos, pasando por entre mis dedos.
Considero que el destino está sellado, y que es inquebrantable, estás en mi destino, eso ya lo sé, ¿Pero de qué forma lo estás?,.
Desde aquel día que nos cruzamos y vi en tus ojos brunos mi alma reflejada, alma que estaba perdida pero que en tus pupilas cristalinas aparentaba ser hermosa y firme, aún estando varada en medio de la nada, tú fuiste la luz, la luciérnaga que aluzó mi camino, suscitando en mi sentimientos, emociones e ideas que nunca hubiese podido alcanzar por mérito propio, gracias por ayudarme a descubrir quién soy y hacia dónde voy.
Acepto lo que siento, en esta carta lo acepto de una manera desvergonzada, pero estoy avergonzado. No me queda otra cosa por hacer, aunque yo intuya que tú no sientes lo mismo, tenía que confesarlo.
Somos tan diferentes, Alessia, y me aterra, pero aún con estas condiciones que nos ha puesto la vida, tan bruscas y maliciosas, de una forma tan intensa yo te amo, ¿Podrías también amarme tú a mi?»
Yawar.
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