Aquel zapatero tenía
un cuarto, bien pequeño,
donde amontonaba zapatos
entre mucha porquería.
– – – – – –
Era una casa ruinosa
con empinadas escaleras,
con una puerta apolillada,
reseca y abandonada.
– – – – – –
Estaba cerca de nuestra escuela,
por eso, cada mañana
al recreo, le solíamos visitar,
y así, sus historias escuchar.
– – – – – –
Atentos a lo que nos contaba,
viendo como trabajaba,
aquel hombre rudo y sencillo
que era nuestro amigo.
– – – – – –
Hombre alto, enjuto,
tan seco como su cuero,
lleno de tinte y betún,
sucio como el polvo del suelo.
– – – – – –
Pero era un buen zapatero,
un zapatero remendón
que golpeaba los zapatos
sin ninguna compasión.
– – – – – –
Un antiguo reloj de péndulo
presidía aquel local,
al que siempre daba cuerda
para que no dejara de tocar.
– – – – – –
Eran otros tiempos,
tiempos de mucha dureza,
pero las cosas tenían
su particular belleza.
– – – – – –
Hoy solo son escombros
lo que hay en aquel lugar,
pero, me parece verlo sentado,
allí, entre las sombras de su hogar.
OPINIONES Y COMENTARIOS