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SI BÉCQUER VOLVIERA
(Cavilaciones simples sobre el amor)
Seguramente amamos y fuimos amados. Quizás aún lo somos. Reavivamos la llama leyendo poemas inmortales e historias infinitas y, aunque cueste reconocerlo, vemos k-dramas y series turcas que hablan de un amor que no nos representa y nos mata de hambre por añoranza de otros amores corteses y apasionados.
Los sentimientos no envejecen, precisan de un espacio para desplegarse. Un espacio que ahora ocupan cuán largos son una agresiva individualidad y un exagerado feminismo. No queriendo parecer débiles y poco decididas, las mujeres hemos cerrado las puertas al romanticismo y la caballerosidad de unos hombres ya de por sí poco motivados.
No queriendo ellos que se confundan sus detalles y atenciones con un conato de acoso, se retraen y dejan para luego el piropo, el galanteo y la conquista, que eran la sal y la pimienta de los amores de antes. Y para luego es tarde.
A mi la palabra empoderada me molesta tanto como la palabra machista. Ambas me recuerdan a un martillo rompedor que destruye todo a su paso siguiendo la hoja de ruta de un politiqueo absurdo que nos está volviendo más solitarios y desorientados. Por no hablar de los amores de postureo, un manojo de espejismos y frustraciones de limitado recorrido ( gracias a Dios que los diamantes eran para siempre, porque lo que viene siendo el amor, parece que es a corto plazo)
Cada vez es más difícil ligar, comprometerse más allá del aquí te pillo, aquí te mato de una noche. Tener que parecer la vampiresa o el macho alfa de turno debe de resultar difícil.
Fotos editadas, morritos, bíceps y pectorales en un culto a la apariencia que no tiene nada de sublime, aplastado por la pesada losa de la mediocridad. Y no vamos a entrar en la tiranía distópica de la recién incorporada cultura Woke, haciendo victimismo, aspavientos y exhibición del amor.
Respetemos, pero no impongamos. Vivamos el amor como queramos, sin coacciones ni adoctrinamientos, sin pagar el precio de subvenciones, gabinetes o ministerios que ponen a la sociedad contra las cuerdas, preocupada por no ser lo bastante moderna, tolerante o integradora.
El amor es un sentimiento, no una etiqueta. No un arma arrojadiza, no una moneda de cambio.Tal que ahora parece que es un mundo de posibilidades recién descubiertas.
En cualquier relación de dos seres humanos, sean del sexo que sean, lo que debería verse como un placentero intercambio amoroso, en ocasiones acaba transformándose en una dinámica de poder, donde cuidar y complacer al otro por propia iniciativa se cataloga de servidumbre. Dónde pensar en confirmar un sentimiento profundo con los lazos del compromiso crea pánico.
Si a eso le añadimos una difícil capacidad de emancipación de los jóvenes, jornadas laborales extenuantes para algunos, trabajos precarios para la mayoría, un retroceso evidente de la religión en la vida cotidiana y una institución del matrimonio hecha crisis, parece que el amor romántico está perdido. Y si el amor pasional no se digna a juntar con resultados piel con piel, entonces lo que tendremos será una sociedad sin bebés, menguada y envejecida.
Si Bécquer volviera tendría que reciclarse. Capaz de escribir una rima de unos ojos, estrujar el erotismo de un suspiro, y añorar el beso de unos labios y pagar por ello más de un mundo. ¿Cómo podría contar? ¿Con qué palabras ?
No sé si ya quedan oscuras golondrinas, no sé si volverán. Con el horizonte saturado de cuervos graznadores y loros coloridos, no sé si las veremos con nuestra pupila azul de visión corta.
Entonces, si
Los suspiros son aire y van al aire
las lágrimas son agua y van al mar.
Dime mujer: cuando el amor se olvida
¿Sabes tú dónde va?
En mi día a día no me sale sonreír con labios como relámpagos de grana y aunque me endulcen los oídos sus palabras, no cerraré mis ojos con pestañas como arcos de ébano… Que ya me gustaría.
Pero las mariposas se mueven en mi tripa con una antigua danza de emociones cada vez que el amor de mis amores me mira como nadie. Y aún así la seguridad de ser correspondido no hace que la vida sea más fácil.
Esta vida de inmediatez y de imágenes que no deja tiempo para pensarnos como enamorados o para extasiarnos con la contemplación de la persona objeto de nuestros anhelos.
Atrás quedan las largas divagaciones de Calixto y Melibea, Romeo y Julieta, y la banda sonora de Oliver y Jennifer en Love story. Y ¿Cómo no? el Pablo Neruda de diecinueve años sangrando veinte poemas de amor y una canción desesperada como sólo él podría hacerlo.
Cuánto me gustaría escuchar de los labios de Pedro Salinas que la vida es lo que tu creas, y sentirme una reina en mi cocina, una Venus en mi alcoba y una mujer de bandera pisando firme las aceras del brazo de mi amado.
Y aprender sin reparos del poema de Emily Dickinson Enamorado de tu ser todo lo que hay que tener para un amor de veras.
Y que Oscar Wilde me diga, con razón, que no hice de mi corazón algo de piedra.
Y Gabriela Mistral lo corrobore
Yo te enseñé a besar: los besos fríos
son de impasible corazón de roca
yo te enseñé a besar con besos míos
inventados por mí, para tu boca.
Puede que el amor sea una libélula y a veces un pájaro bobo. Y a veces un colibrí cautivo en una jaula que huye al primer descuido. Puede que repose olvidado en nuestros diarios convertido en polvo de estrellas.
Puede que el corazón se sobresalte y se pare un instante, malherido, cuando a su lado pase quién lo turba. Y se sienta inoportuno y despreciado y no se reconozca y, sin remedio, se embarque en nuevas formas de tragedia.
Puede que sea inmortal e indestructible. Puede que en un instante lo recuerde. Y puede que además nunca lo olvide.
Puede que pese a todo haya esperanza, y que sea el amor quien nos redima.
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