Me despierto, pongo en marcha la maquinaria, arranco la última página de mi sueño roto. Deshago mis ganas de vivir y lo mezclo con una cucharadita de miel, y después le echo un poco de ganas hirviendo, lo mezclo todo en un pozo seco, y me asomo a él, y tiro un poco de mis ilusiones, a ver si en el fondo hay algo que suena, hay algo por lo que luchar, y efectivamente debe de haber algo de agua encharcada porque miro hacia abajo, y veo mi rostro agrietado, asustado y pidiendo algo de piedad, con la espuma de afeitar, tapo sus gritos y me mutilo el alma a navajazos, mientras me digo, venga chaval que hoy va a ser un gran día.
Es mi primer día en la sucursal. La sucursal, un lugar donde pasar el resto de mi vida, con su olor a dinero sucio, a jubilado rancio, a colonia de flores y a bolsas de pescado. Mientras escribo me enseñas distintos modelos para ir vestida el próximo fin de semana al congreso de salsa. El dress code es casual chic el viernes y elegant el sábado. Me cuesta concentrarme, recordar aquel primer día en la oficina, mientras tú me estás preguntando insistentemente qué tal pega este top negro con esa falda de cuero con chinchetas. Me cuesta verlo porque estas en zapatillas y no me pega mucho el conjunto. Me dices que no sea idiota y que me lo imagine, que te imagine con los zapatos de baile puestos. Sólo sé que no podía llegar tarde aquel primer día, y que salté las escaleras del metro de tres en tres. Me había comprado un abrigo nuevo para la ocasión, rompí la hucha porque quería un buen abrigo de banquero. Era precioso, negro, largo, slim fit, hecho en lana virgen y cashmere. Recuerdo que una vez, mi tío Paco, me dijo que parecía el director del banco. Este top negro y esa falda si que te pegan, llévate algo por encima por si hace frío en Ciudad Real. Me mola esa falda, aunque se ve un poco la lorza, quizás por fuera queda mejor. Busca otra opción…me la juego en cada respuesta, por eso pongo toda mi atención, es un tema muy delicado. Hacemos la maleta una semana antes. La dejamos abierta…y vamos metiendo cosas. Desde luego esa falda no es para la noche elegante, compréndelo.
Justo cuando estoy metiendo el ticket por el torno de entrada oigo llegar el metro. Empiezo a correr, no puedo llegar tarde, no puedo perderlo. Oigo el silbato, salto unos escalones y enfilo el ultimo pasillo que sale al andén. Me acuerdo de Sotomayor y encaro el andén y justo cuando veo que se empiezan a cerrar las puertas doy un salto y me planto en el vagón, he conseguido aterrizar. Le puedes decir a tu madre que te lo coja un poco de abajo para que no quede tan largo, sí, buena idea. Las puertas me tienen atrapado. Vale, ponte ese, me parece buena elección para el sábado. Estoy esperando a ver si el conductor al ver que no han cerrado las puertas las vuelve a abrir, pero eso no sucede, me siguen apretando los costados y no puedo acabar de entrar. Decido hacer fuerza con los brazos para sujetar las puertas, y me pongo de perfil, así empiezo a introducirme. Cuando consigo entrar, las puertas se cierran detrás de mí. Jadeo un poco, mientras me doy cuenta que soy la atracción de todas las personas que hay dentro, me miran y yo intento disimular. Me quiero salir de su campo de tiro, así que intento ir al …mejor la lisa, mejor ponte la falda lisa. Me doy cuenta que algo me frena y tira de mí. Es el abrigo de lana virgen y cashmere, se ha quedado pillado por la puerta. El metro se pone en marcha, y yo disimulo mirando por el cristal. Es en ese momento, cuando veo como mi abrigo aparece detrás de la ventana, sacudiéndose por el túnel como una serpiente. Pienso madre mía, mi abrigo nuevo. Enseguida se pone en marcha mi modo analítico en situaciones trágicas y me tranquilizo pensando que en la próxima estación se abrirán las puertas y quedaré liberado de mi prisión.
No sé si cuando firmé el contrato indefinido brindé con los grilletes, y me tiré por la ventana de socorro del rascacielos de cristales oscuros y cadenas perpetuas. Pero recuerdo que entendí que mi vida tenía un precio, que era algo más alto que lo que me pagaban por hacer pizzas, pero también entendí que viviría a tiempo parcial los fines de semana y que volaría veinte años en clase turista sin escalas.
Yo ya he dejado mi pijama nuevo en la maleta. De casual el viernes, puedes llevar algo vaquero abajo, pantalón o falda y algo blanco por arriba, un top o algo así. No, ese no es muy casual, no.
Al llegar a la siguiente estación, me doy cuenta que abre las puertas por el otro lado. Claro, mi estación es cabecera de línea y da la vuelta. Entonces, ya sólo me queda tirar fuerte del abrigo para intentar sacarlo. Después de varios empujones. Madre mía, de donde has sacado ese modelo, jajajaj. No sabía que tenías eso en el armario…no, no es casual.
Decido quitarme el abrigo para poder tirar con más fuerza, y con disimulo empiezo a tirar de él. Algo ha tirado de mí todos estos años, algo que ha vaciado la cantimplora, y lo ha llenado todo de arena fina, arena de playa, que se escapa entre mis dedos, y ha llenado todos mis bolsillos. Con las lágrimas se ha formado barrillo que se mete en mis ojos y no me deja ver qué hay detrás de esa puerta del vagón de metro. Pero sigo tirando de mi abrigo slim fit en lana virgen y cashmere.
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