En un mundo donde la higiene era solo un mito y el papel higiénico una leyenda urbana, existía un héroe diferente a todos los demás. No tenía capa, ni espada, ni siquiera un plan de vida… pero tenía algo que lo hacía especial: mocos, muchos mocos.
Scroto MacBolas de Mocos nació en un hospital donde los médicos usaban guantes de boxeo en lugar de quirúrgicos. Desde pequeño, fue bendecido (o maldito) con una habilidad extraordinaria: producir cantidades industriales de moco verde, pegajoso y con un ligero aroma a queso vencido. Su madre, una ex campeona mundial de comer tacos en tiempo récord, siempre le decía:
— ¡Scroto, hijo! Nunca uses pañuelos… la naturaleza te hizo así por una razón.
Así que Scroto creció sin miedo, abrazando su don con orgullo. En la escuela, sus compañeros lo evitaban como si fuera una sopa de brócoli caducada, pero eso no le importaba. Él sabía que un día su moco conquistaría el mundo.
La gran amenaza mocosa
Todo iba relativamente bien hasta que la ciudad fue atacada por su peor pesadilla: El Dr. Pañuelo, un científico malvado obsesionado con la limpieza, que quería erradicar toda forma de suciedad y convertir la ciudad en una gigantesca clínica de depilación láser.
— ¡El mundo debe ser limpio y sin fluidos corporales! —gritaba el Dr. Pañuelo, mientras lanzaba rollos de papel higiénico ultra-absorbente desde su helicóptero en forma de nariz gigante.
Las cosas se pusieron feas. Los mocosos callejeros desaparecieron, los niños con alergias nasales fueron secuestrados, y los que estornudaban en público eran encarcelados sin juicio previo. El mundo estaba al borde del colapso nasal.
Pero Scroto MacBolas de Mocos no iba a quedarse de brazos cruzados. Con un solo gesto heroico, se metió el dedo en la nariz y extrajo una bola de moco del tamaño de una sandía.
— ¡Esto es por la humanidad pegajosa! —gritó, lanzándola con toda su fuerza.
El impacto fue tan fuerte que el Dr. Pañuelo quedó atrapado en una prisión de mocos endurecidos. El pueblo celebró con aplausos y un buffet de comida chatarra, mientras Scroto se limpiaba la mano en la camiseta sin ninguna vergüenza.
El legado de Scroto
Desde aquel día, Scroto MacBolas de Mocos se convirtió en una leyenda. Estatuas de moco fueron erigidas en su honor, los pañuelos fueron prohibidos en toda la ciudad, y se declaró el «Día Nacional de la Rinitis» en su nombre.
Cuando le preguntaban cuál era su secreto, Scroto simplemente sonreía y decía:
— Un dedo en la nariz y un sueño en el corazón.
Y así, vivió feliz, rodeado de admiradores, una piscina llena de gel antibacterial y con un resfriado crónico que nunca, nunca, lo abandonó.
OPINIONES Y COMENTARIOS