No creas que te falta el don de expresarte con palabras; tu hermosura no requiere adornos, ni tu alma necesita volar más alto. No encuentres, pequeña mía, en tu silencio motivo de sufrimiento, ni derrames lágrimas por lo que te digan o por lo que nunca te digan. Si tus ojos iluminan tu rostro con tanta ternura que las almas se rinden ante ellos, nunca dejes que el enojo o la tristeza opaquen su brillo, porque ninguna otra mujer que inspire mis palabras puede igualar la magia de una sola mirada tuya.
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