DIÁLOGO ENTRE KAFKA Y BORGES, EN EL MÁS ALLÁ
Cuando Borges se encontró, al fin, con su morosa muerte, en Ginebra, Kafka lo estaba esperando. O, mejor dicho, un remedo astral de Kafka, habitado sólo por su alma.
- ¡Benditos mis ojos que lo ven, Don Franz Kafka! musitó Borges, alegre porque veía a su “precursor” como lo había declarado en vida.
- En el Olam Habá, como se dice en hebreo, recuperamos todos los sentidos y se añaden algunos otros, de los que no teníamos idea.
- Pero… ¿Estamos hablando en hebreo?
- Sí, ¿eso le extraña? Usted mismo la llamó “lengua del paraíso”; aunque en realidad aquí reina el silencio. Es como una telepatía espiritual en todas las lenguas Yo elegí el hebreo para nuestro diálogo, en su honor…
- Gracias, siempre quise saber hebreo.
- En el Paraíso, o Jardín de Edén, todos los deseos no cumplidos se cumplen.
- Entonces, ¿el Paraíso es también una biblioteca infinita, como yo lo imaginé, o lo quise?
- Lo es, y también hemeroteca y cinemateca, así como un insondable museo de arte.
- No puede ser todo tan perfecto, ha de haber algún precio, alguna trampa, como en su Castillo o su Proceso…
- Lo hay. Al año más o menos de estar aquí, nos aburrimos y deseamos conocer el infierno, que nos está vedado para siempre.
- Lo presentía, aborrezco todo que se parezca a la inmortalidad.
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