A METROS DE SU CASA
El día transcurría de lo más normal. Iba de camino a la universidad, sentado en el último asiento de la combi. En el trayecto, subió ella, tenía el pelo corto, vestía pantalón negro y una casaca de jean. Se sentó justo detrás del conductor. Por un instante, nuestras miradas se cruzaron, y sentí que el tiempo se detenía, al llegar a la universidad, busqué una excusa para hablarle, lo primero que se me ocurrió fue preguntarle la hora. «Son las 7:15 a.m.», respondió con una voz suave, le di las gracias, y con una sonrisa que escondía nervios, le pregunté su nombre, ella me miró curiosa y, con un brillo travieso en los ojos, preguntó por qué quería saberlo. «Creo haberte visto por mi pabellón, y me gustaría conocer el nombre de mi vecina de facultad», respondí, ella rio, y su risa fue como una melodía que resonó en mi pecho, caminamos juntos hasta el pabellón, donde nos despedimos con un beso en la mejilla, antes de partir, me dio su número de WhatsApp.
Durante las siguientes semanas, conversamos sin parar, cada mensaje suyo era como un suspiro que alegraba mis días. Un día, me invitó a un show de talentos que su facultad organizaba en la «concha acústica», llegué con mis amigos, pero al verla con su grupo de amigas, la timidez me detuvo, no quería interrumpir su momento, antes de que terminara el evento, mis compañeros me arrastraron a jugar billar, mientras caminaba, sentí vibrar mi teléfono, era un mensaje suyo: «¿Por qué te fuiste?», le expliqué la situación, y ella me pidió vernos esa tarde cerca de su casa. Por suerte, no tenía otros planes, así que acepté., esa tarde, me bajé de la combi y la esperé en la esquina, salió de su casa con una sonrisa que podría iluminar el día más nublado, caminamos hacia un lugar tranquilo. «¿Conoces las estatuas de las Heroínas Toledo?», preguntó, negué con la cabeza, y ella, con entusiasmo, me guió por un sendero de tierra, el cielo estaba despejado, tan cálido como su rostro iluminado por la luz del atardecer.
Llegamos a un punto donde el río Mantaro susurraba historias de antaño, encendí una playlist de baladas, las melodías acompañaban el latir de nuestros corazones. mientras hablábamos, nuestras manos se rozaron, y el roce fue como un destello de electricidad que conectó nuestras almas, no supe si fue el destino o la magia del momento, pero nuestros labios se encontraron, fue un beso dulce, profundo, como si hubiéramos estado esperando ese instante desde siempre, mi corazón se llenó de un eclipse de emociones, al separarnos, no hubo palabras, solo un abrazo donde nuestros corazones se abrieron como una flor de loto bajo la luz de la luna.
Cuando la noche cayó, la acompañé de regreso a su casa, nos despedimos en silencio, con una promesa no dicha en el aire. Pasa algo curioso, nadie, ni mis amigos ni sus compañeras, sabía lo que compartíamos, era un secreto, un tesoro guardado entre nosotros. Sin embargo, una compañera de otra sección está comenzando a sospechar, como dicen, la verdad siempre sale a la luz, pero mientras ese momento llegaba, solo quería seguir disfrutando del amor que florecía en cada encuentro oculto, en cada mirada furtiva, y en cada latido compartido bajo el cielo infinito.
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