La brisa cálida de la tarde arrastra un lastimero ladrido y como imán, atrae la melancolía que en ocasiones siento al ver ocultarse el sol.
La tarde está rebosante de los cantos veraniegos del orfeón del campo. Los grillos con su canto anuncian que un espíritu está cerca. La chicharra macho canta para reproducirse y luego morir. La rana que puedo ver posada en la hoja de un plátano que saluda al cielo, está ensayando como esperando convertir su canto atrofiado en notas melodiosas y nítidas.
La tarde es una doncella que tiende sobre el día una sábana de terciopelo gris, para que se acuesten las estrellas; niñas mimadas y coquetas que se contemplan en los espejos naturales, a medida que la noche va cayendo. Han observado que sus ojos son bellos y por eso, vanidosas, pestañean a cada rato.
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