LA PALENCIA DEL 55
AUTOR: Juan López Enamorado
FUENGIROLA –
MÁLAGA – ESPAÑALa Palencia del año 1.955 era una Ciudad muy pequeña, y con poca vida, sus ciudadanos, era personas muy agradables, siimpáticas y abiertas, conocí mi corta estancia a muchas personas, sobre todo a chicas, pues paseábamos todos los días, siendo raro no entablar amistades con varias de ellas en una sola tarde.
Mi cursillo de monitor de Educación Física duro solo un mes, el de abril, que aquel año fue bastante bueno, pues no recuerdo que nos lloviera, nada mas que un par de días y poca cosa, vimos la Semana Santa Palentina que me impresionó bastante por el
silencio y devoción de sus participantes. Practicamos deportes y gimnasias adaptadas para ellos, teníamos un grupo de Profesores magníficos, y quiero recordar que todos obtuvimos el titulo, unos con mas puntuación y otros con menos.
Nuestra estancia allí la he recordado durante toda mi vida, visitamos Iglesias, que allí hay muchas, la calle Mayor, escenario de nuestro paseos y conquistas, el enorme parque que en aquellas fechas lo denominaban «el Salón», los paseos por las riberas del Pisuerga, parque natural de aquellas Palencia que conocí.Cuando terminó nuestra estancia e intentamos coger el tren para Madrid, nos encontramos con la sorpresa de que nos negaron el visado de los billetes, ya que estos eran especiales y gratuitos, el Jefe de estación se negaba a que se nos bisaran los billetes porque los trenes venían llenos por lo que no había posibilidad de volver por lo menos hasta el día siguiente, El ímpetu de la Juventud el desconocimiento y algo de la “chulería Falangista” decidieron tomar el tren sin el permiso del Jefe de Estación y lógicamente, también sin asientos, los vagones estaban llenos y prácticamente
no cabíamos en ellos, algunos viajamos durante algún tiempo en las plataformas entre vagones, en Ventas del Baño bajó un batallón de soldados y en ese momento pudimos entrar en los vagones, aunque de pié y algo menos de frio. Cuando llegamos a Madrid mi amigo Emilio y yo decidimos conocer la Capital, nos hospedábamos en casa de sus tíos y con el poco dinero que teníamos nos podíamos tomar alguna caña e ir al cine con
entradas de “gallinero”; Tres días en Madrid que siempre estarán en mi memoria, anécdotas, novatadas y experiencias que nunca había vivido, ni creo haya conocido en toda mi vida.
Por primera vez en mi vida fui a comer a un restaurante, cerca de la estación del Norte, el camarero, un hombre muy mayor, me entregó la carta y me sirvió una cerveza que había pedido, cuando me puse a leer la carta no conocía ninguna de las denominaciones que leía en ella, en los primeros había algo denominado SOPA DE HUEVOS, me decidí por ello, ya que si eran sopas y tenían huevos, deberían estar bueno, ya sabéis la fama que tenemos muchos Andaluces de pronunciar y más en aquella época, entre otras, la hache la pronunciamos como G, así que pedí una «sopa de guevos», el camarero con mucho «ritintin» o cachondeo, me contesta: perdone el señor, de eso no tenemos y yo le respondo, ¿y porque lo tienen aquí en la carta?, y me contesta con más cachondeo si cabe, ah el señor desea una sopa de huevos, pronunciado correctamente y yo aunque jovencito, con ganas de darle con el plato en la cabeza, solo le dije, si, el señor desea una sopa de HUUEEVOS, se echó a reír y todo quedó en otras «cagarrutas» al provinciano.
Lo más desagradable vino al final, cuando con apenas unas pesetas, pusimos fin a nuestra odisea y pasamos por la Estación de Atocha a visar los billetes, nos quedamos helados cuando nos dijeron en taquilla que aquellos billetes no eran validos, pues debían ser convalidados en todas sus estaciones de destino
fuimos a hablar con el Jefe de Estación alegando que nos habíamos venido de Palencia en el coche de los padres de unos amigos, “lo siento mucho pero yo no puedo hacer nada”, esa fue la respuesta del Jefe de estación, del Interventor del Estado y todos los que visitamos aquella tarde implorando nuestra vuelta a
casa, El señor Interventor nos dijo que solo el Director General de la Renfe podría autorizar aquellos billetes. Ya era tarde cerrada y las oficinas de RENFE solo tenía horario matinal, así que volvimos al Paseo de las Delicias y a la mañana siguiente a las nueve estábamos ante la Dirección General de la Renfe, empezamos a buscar una puerta que tuviese el rotulo Directo General y no dimos con ella, así que nos metimos en una que decía, Secretaría, allí nos atendió una señora, que nos dijo que no se podía molestar al Director General, por mucho que imploramos no había forma, así que con mis 16 años y viéndome sin poder volver a mi casa, perdí los nervios y empecé a llorisquear y
dar voces, cuando de repente se abrió una puerta y apareció un señor de unos 50 o 60 años, pelo canoso, delgado y preguntando que quien y porque daban aquellas voces, la secretaría se disculpaba con él y lo llamo Sr. Director General, y yo
vi mi oportunidad, me fui hacía él con un llanto de niño desesperado, y es verdad que lo estaba, señor llevo desde ayer sin comer, he dormido en un portal porque no tengo dinero y nadie de la estación ni de esta oficina me quiere arreglar los billetes para que yo pueda regresar con mi familia, aquel buen hombre me echó una regañina tremenda, de que la juventud tal y cual, etc. etc.
pero vi el cielo abierto cuando le dijo a la secretaría, escriba Ud. Detrás de los billetes, POR HABER RENUNCIADO AL VIAJE MADRID PALENCIA Y REGRESO, EXPIDASELE BILLETE, firmado el Director General de la Renfe.
Esta ha sido una de mis grandes anécdotas y
experiencias vividas. Regresamos a Málaga y todo quedó en eso, en una curiosa y maravillosa experiencia.
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