La vida de un escritor es una locura total. Todo se desmorona entre pensamiento y pensamiento; no hay orden sino caos. La concentración se dispersa; te envenena. Todo se derrama para volver a comenzar. ¿Qué sería de una vida sin caos? Nada por lo que luchar. Una vida aburrida. Lo ordinario sería lo sublime y las alturas inalcanzables. Mantener el orden con la fuerza mental es el trabajo diario del escritor; sujetar el mundo con la imaginación. Navegar entre las ideas y reestructurar su forma. Llega un punto en que la materia mental fluye sin obstáculos para crear nuevos mundos. Aquí es donde comienza la demencia del débil. Lo acepto, he sido débil en días, semanas, incluso meses. No pareciera existir el tiempo cuando eres alcanzado por la alienación de la mente libre. Ahora comprendo a Michel Houellebecq en su ensayo “To Stay Alive”. La demencia es un trastorno del escritor que busca más allá de lo ordinario. Cada causa tiene sus consecuencias y de nosotros depende el nivel de profundidad que queremos experimentar. Al que pide, se le dará. Cuando alcanzas cierto grado de locura, no hay vuelta atrás; debes aprender a dominarla con todas las herramientas a tu disposición. No uses drogas, solo empeoras el resultado. Ni siquiera alcohol, solo idiotiza el funcionamiento neuronal. En caso de ser subyugado a los poderes de la mente, ir al psiquiatra. Puede ayudarte con medicamentos controlados, o tal vez, aislarte del mundo por un tiempo. La salud mental del escritor no es un juego y si entras, no saldrás con vida, a menos que sigas las instrucciones dadas con anterioridad. Un claro ejemplo de locura fue del escritor Gerard de Nerval. Suicidio; no pudo soportar la locura de ese vacío. Hoy lucho contra ella sin miedo. Se a lo que me enfrento. Lo he pedido y lo confronto con valor. Aunque hay días en que quisiera que todo terminara. Dormir y no despertar, pero sigo aquí. Algo debo hacer para estar con vida soportando la corona de espinas cada día.
El hartazgo se desvanece mientras escribo estas palabras y mi cuerpo deja de sentir la tensión del tiempo. Las alas del pasado se cierran al porvenir y el presente alcanza el futuro. ¿Qué sería de un futuro sin pasado presente? Quizás, nada. No hubiera presente con el pasado y futuro activo ahora. Solo olas de consciencia navegando sin destino usurpando el espacio del tiempo; alejando la muerte y el nacimiento. La llama de mercurio me reduce a cenizas, a espasmos de vacío informe. He muerto. He nacido. He sido.
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