En las noches con alma,

en las horas con cuerpos,

te arqueaste en la penumbra,

y al arquearte suspirabas,

suspirabas de amor porque

mis suspiros te llenaban y

tus ojos entornaban con el

matiz explicable del pudor.

También yo de tanto amarte,

también yo al besarte con pasión

y los besos unidos memorizaron

en el cielo abismal.

Y ahora sabes que guardamos

memoria: de tus manos, de tus

pensamientos y de los míos,

de nuestros cabellos humedecidos

y de nuestras ansiedades,

del espacio clandestino dibujado

por las fracciones del tiempo,

y por mis seductoras audacias

fecundantes.

Ámame cada vez porque cada vez

será irrepetible. Es la herencia

lo que permanecerá guardando el

 recuerdo florecido de nuestros

espíritus aunados…

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