El árbol de loto

Por siglos he surcado los caminos de esta vasta y esquiva tierra, tras el rastro del mítico árbol de loto, aquel cuyas flores prometen olvido, y cuyos frutos, narcóticos de la memoria, tejen sueños donde el dolor se desvanece como el frío en tu mirada.

No es la dicha la que me guía, sino el quebranto; no es el placer, sino la herida que llevo tatuada. Tu recuerdo, inquebrantable, es un tango punzante y melancólico que resuena en las cavernas de mi ser, una sombra que danza perpetua en el ocaso de mi vigilia.

Ansío el loto como quien anhela un faro en la tormenta, un refugio donde pueda silenciar la marea de tus susurros y borrar la estela de tu nombre que me consume. Bajo sus ramas de ensueño, sueño con acunarme en un abrazo de pétalos, allí donde el tiempo se quita la máscara, donde las penas duermen y las cicatrices se despiden con canción de redención al viento.

Quizá, en aquel rincón suspendido entre el dolor y la libertad, en el sopor de sus flores eternas, encuentre al fin la tregua que ansía este corazón vagabundo, y deje de ser un alma errante que escapa de la historia.

Etiquetas: árbol loto olvido

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