Cowboy y Cowgirl de selva (continuación continuación)

Cowboy y Cowgirl de selva (continuación continuación)

cesarix

23/12/2024

Seguimos con las vacas y hay un hombre Huasiro apostado en el borde del camino que se había perdido, que iba a una gran ciudad de la vecindad de Macariabo, le decimos que no conocemos donde comienza el camino que lleva a esa ciudad, continuamos y va en la misma dirección, nos acompaña, nos habla de la compañía artística y que tiene alguna que otra historia con un recital de canto selvástico que acudir, a recitar canciones tradicionales con músicos de cuerda y más cantores, aunque prefiere venirse con nosotros, que puede esperar a ir a la ciudad porque un tío suyo vive en nuestra aldea y va a visitarlo estando unos días. No nos desagrada la compañía y nos habla de nuestro pueblo que lo conoce así que aceptamos su compañía. Dejamos el camino de la serpiente cambiante del norte, queda la peor parte del recorrido, porque las vacas no caben por la selva. Huasiro nos ayuda adelantando, encontrando el siguiente tramo más amplio y zigzagueamos entre ramas cortadas y árboles, por al rededor que vamos pasando de largo más despacio, vigilando el paso vigilando a cada vaca, una a una de todas aquellas vacas.

Comienza a llover con fuerza. Conocemos que la lluvia en aquel lugar a veces es impredecible, puede llover un rato o estar mucho tiempo sin parar, y eso nos retrasaría un día o al menos dos, así que tratamos de alcanzar un punto a resguardo, una colina, una cueva o alguna población no hostil. Conseguimos descubrir un punto más elevado, con unas rocas enormes que a su vez hacen de techo donde nos refugiamos los dos, Huasiro y las vacas. Esperamos, estás algunas se tumban al suelo y mientras Huasiro nos canta, mirando en los ojos de aquellos animales creo distinguir que les está gustando y buscan escuchar más a aquel cantor entre resoplidos y movimientos de cabeza. La noche deja tiempo a dormir, dejamos a las vacas atadas de un árbol y con la cantidad de lluvia a nuestro alrededor no tenemos por nuestra seguridad ya que a nadie se le ocurriría acercarse a ese lugar que no sigue ningún camino, en medio de la nada, en aquel lugar del mundo que nos sirve de refugio.

Llegamos al poblado llenos de barro y nos reciben con vítores.

– ¡Los del Oeste han llegado con las vacas por el camino principal de la aldea! Huasiro se va a la casa cueva de su tío abuelo, nuestras reses, de las que ya hasta reconocemos, las dejamos en el claro y cerramos el paso con unos troncos atados improvisados y celebramos al atardecer. Nos acompañan con frutas tropicales y sacamos un whisky que habíamos comprado en el mercado de reses parecido al de las tabernas de ya aquel lejano Oeste que compartimos. Allí se queda nuestro pasado con tinajas rotas a disparos, escupideras asquerosas en el suelo, sillas de montar roídas, huesos de búfalos en algún cañón perdido y el sol del desierto amenazando nuestra sed, nuestro viaje y nuestras mismas vidas. Los Cowboy y Cowgirl de selva ahora con sus vacas ya están dedicados a su oficio, ahora son fieles a un oficio legendario, uno de los más sacrificados y a la vez refortalecientes, que ahora iba a ser de gratitud con los habitantes que son sus vecinos. Aquella gente había encontrado y acogido y ese acto benefactor se gratifico con creces en el futuro con aquel oficio de otras tierras.

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