La noche se pone sobre mí con su manto oscuro, tan pesado como el vacío que deja el hecho de estar sin ti. Tu ausencia no es silencio, es un grito sordo que se clava en mi pecho, una daga afilada que no cesa de girar. Podría quitarla, arrancarla de raíz, pero, ¿cómo hacerlo si tú eres la daga? ¿Cómo liberarme de ti sin quedarme vacío?
Tu virtud y tu alma cuelgan de mí como una soga alrededor de mi cuello. No es una cuerda cualquiera; es un lazo tejido con tus risas, tus miradas y las palabras que nunca dijiste. Esa soga me ata, me asfixia, pero también me sostiene. No quiero soltarme, no sé cómo. Sería como saltar al abismo y dejar que el aire helado lo devore todo.
Te extraño de una forma que duele y al mismo tiempo me da vida. Cada recuerdo tuyo arde como fuego y calma como un abrazo. Estoy atrapado entre el deseo de dejarte ir y la certeza de que sin ti no soy nada. Cada noche, mientras la daga sigue girando y la soga sigue apretando, me pregunto si alguna vez sentirás lo mismo. Si alguna vez seré yo esa daga que se clava en tu corazón.
9
OPINIONES Y COMENTARIOS