Fué muy doloroso todo ese proceso, sobre todo en esa última etapa en que tus recuerdos salieron en tropel de tu mente para ir a algún lugar secreto. Me niego a creer que toda la película de nuestra vida se borre del cerebro. Seguro que debe quedar almacenada en una flash memory que todavía no hemos descubierto .

Por ese entonces empecé a comprar las flores que tú no podías traerme. Te las mostraba. Te agradecía. Y en tus ojos solo veía ese vacío tan profundo que me partía el corazón. Eras como un desconocido.

Las flores significaron mucho en nuestras vidas. Fueron simbolo de nuestro amor. Brillaban con luz propia cuando las colocaba en el precioso jarrón que me regalaste para ese propósito. Pero ahora no las podía compartir contigo. 

Durante casi todos los fines de semana de nuestras vidas juntos, tú me traías flores. También en ocasiones especiales. Y aún cuando estuviésemos «peleados».

Esas flores las acompañabas con lindos mensajes que yo te respondía.

Y en este momento y durante todos los fines de semana que me restan de vida, me tocará a mí caminar por este sendero de soledad para llevar flores a tu tumba. Y leer mi dedicatoria “A el hombre que me enseñó a vivir el lado bonito de la vida”.

Y ahora que no puedo ver tus ojos vacios de pensamiento, trato siempre de recordar tus ojos tan expresivos que al mirarlos sabia lo que estabas sintiendo.

Prefiero tu silencio de muerte que tu silencio de muerte en vida.

Ya no más ese muro blanco y frio.

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