
El Redentor se alejó de la Tierra a la misma distancia en que un Curioso Serie G18 había realizado la ologramación más cercana de las que se le habían hecho al planeta Pl5.
Al por fin aceptó la propuesta de venir a observar al Pl5, había sido aceptada la teoría cuántica, que solo existirían aquellos objetos inanimados o no, en la medida en que hayan sido observado por un sistema biológico que capte su realidad aunque sea con la ayuda de la tecnología existente o cualquier desensibilador cuántico que verifique la presencia del objeto observado, y a la vez, sea reconocido y avalado por tener un sistema biológico de más del 51 % de predominio orgánico en dicho observador. Lo observó por primera vez con mayor atención cuando visitó la Ciudad de la Telepatía, le había parecido interesante estar en una ciudad donde estaba prohibido la utilización de la palabra hablada o escrita, tampoco utilizar ningúna forma de comunicación que no fuera la Telepatía. Pl5 estaba junto a otras imágenes depositadas sobre una mesa, imitando revistas antiguas , como portadas, junto a otras que mostraban astros de llamativos colores. A partir de ese día, comenzó estudiar en profundidad al desconocido planeta. Observó su accidentada geografía debajo del hielo glacial que la envolvía, y lo más importante que encontró fue la vida inteligente que habitaba debajo del agua congela a la temperatura de -80°C, según nomenclatura de los Pl5.
Esto ya se conocía, pero se estaba investigando otro planeta, que estaba relativamente cerca, más o menos a 1’5años luz.
En la medida que iba desapareciendo el hielo, proceso que aceleraron con su desarrollada tecnología, se comenzaron a descubrirse extensas ciudades perfectamente diseñadas y distribuidas por toda su superficie sólida, así como espléndidas ciudades submarinas.
Desde sus años de estudios deseó conocer el pequeño planeta Pl5 del que se decía por aquel entonces que era solo unas piedras envueltas en hielo azul, con temperaturas glaciales aceptables y habitados por seres de poca inteligencia.
Y helo aquí, en un extremo de el remolino estelar Ts57b, con solo 33 años de edad y a una distancia de 8,5 años luz que tardó en completar en pocos minutos viajando por un agujero de gusano.
Necesitaba conocer más a esas criaturas que tanto se le parecían. Cuando los vió por primera vez se sorprendió. El Universo albergaba diferentes formas de vida. Quería ser justo con la decisión que le habían encomendado. Antes de marcharse, debía haber enviado el resultado de su elección. Sintió una enorme pena por aquellas hormigas como solían decirse ellos cuando se comparaban con el Universo. Se asombró de aquella pena que lo invadía. Pensaba que las emociones primitivas se habían quedado guardadas en alguna vuelta de su ADN.
Eran dos civilizaciones las que alcanzaron el desarrollo idóneo, en planeta parecidos. Ya habían acumulado una cantidad aceptable de información como para erigirse en Los Percibidores de esa parte de la galaxia Ts57b. Esa era la tarea por la cual Su Altísima Sabiduría, uno de los 99 poderes del Universo conocido, lo había enviado a esa misión. Tendría que decidir cuál sería el Percibidor idóneo de esa parte de la Galaxia U v e í a L á c t e a, para él la Ts57b. Entre el planeta Pl3 y su vecino Pl5, habían pocas diferencias. A su Altísima Sabiduría le preocupaba mucho esta situación de cercanía. Bajo ningún concepto se podía permitir que concomitaran dos Percibidores en una misma zona de Ts57b, y que en algún momento se comunicaran y lo que era peor aún, intercambiaran información, haciéndoles más autónomos, y aumentaran las dificultades para su control, teniéndose que modificar el tiempo de elección de una Nueva Altísima Sabiduría, si esto sucediera.
Por un insólito descuido habían coincido esas dos civilizaciones de la misma edad. Con un solo Percibidor era suficiente, no era de utilidad para el Universo que contactaran dos formas inteligentes de vida en la misma zona de Ts57b. Con una sola civilización con las capacidades que se requerían, se llegaba al borde de la zona de la próxima zona que había que observar. De todas maneras, su Altísima Sabiduría,Nunca tendrían suficiente información como para comunicarse con los que limitaran con ellos. La Altísima Sabiduría tenía suficientes fórmulas para abortar esa relación en caso que se produjese, por ejemplo, sistemas planetarios que no existían, y multitudes de datos falsos emitidos específicamente para esa tarea.
Había que seleccionar de las dos una civilización, y la que fuera desestimada, sería involucrada en algún devastador cataclismo. Por eso él estaba allí, a 8,5años luz de distancia de su planeta. Ya se había agotado el tiempo para que decidiera cual de las dos planetas se quedaría y fuera, finalmente, el Percibidor único y suficiente, en el próximo mil milenio.
Debajo, todos los humanos, sumamente parecidos entre sí, lo observaban atentamente. El Redentor, que así lo nombraron, los miró lentamente como si buscara algo en aquellos rostros ya conocidos, que no apartaban los ojos de él, aquel hombre extraño que un buen día llegó sin dar explicaciones, y se instaló en lo más alto de la única colina que había en esa zona.
Allí pensó que la manera que podía diferenciarlos era, conociendo a fondo sus cualidades, y sus defectos.
Y le dio resultado.Ya sabía de cada uno de aquellos terrícolas y fue así que comenzó a apreciarlos y a saber más allá del físico, quiénes eran y cuales eran su relación con el resto de los humanos, y qué se podía esperar de cada uno de ellos.
Y sucedió que cuando conoció al último, una inexplicable pasión por los habitantes de ese planeta surgió en su pecho, los empezó a amar como un padre a sus hijos, sin importar sus cualidades, ni sus torpezas, sería capaz de abandonar su mundo y quedarse allí para siempre. Tenía tanto que enseñarles que valdría la pena esos mil milenios.
Y así fue que comenzó a informarse, no por un nombre, más bien por sus cualidades y sus torpezas, como había decidido. Allí estaban los agradecidos y los indolentes, los que no dormían, los que eran felices y no lo sabían, los que preferían quedarse siempre con la misma tristeza, y los que escogían otras.
Extenuados de tantas verdades toleradas, llegaron justo al horizonte donde habían sido congregados, observando la maravilla de un cercano atardecer.
Cuando se miraban todos con inusitada solemnidad, serios, lo miraron también a él, más bien lo escudriñaron, y entonces el redentor entró en un estado de real irrealidad, que hizo que se percatara de algo que nunca le había sucedido, los comprendió a todos, a cada uno por separado y a todos a la vez.
Con solo mirarlos sabía lo que sentían, era como un Dios improvisado, tirano y amoroso, y fue tan grande su entusiasmo, que al querer explicar lo que le pasa, y decir que no entregaría nunca al planeta para que lo destruyeran, se acercó al horizonte que también era como un Dios, y le desprendió dos pequeñas porciones, las superpuso una encima de la otra, a manera de una cruz. Como si señalara un lugar preciso, como una diana absurda que ni él comprendía.
Un gran silencio los envolvió a todos, sus semblantes se hundieron como un cráter, descendieron rotos sus cimientos, hundidos en los rostros un terror desconocido. No tuvieron tiempo de rezar los que creían, los ateos, los tristes , los felices …, solo un mal renegar, de unos sobre los otros, culpándose, blasfemando sobre Santos, normas y mandamientos que aún no habían llegado.
Entonces se escuchó como un bramido, a gran distancia, una voz que gritó “maldito seas para siempre forastero”. Él escuchó un coro de gritos desesperados, con vergüenza, mientras a través del horizonte roto
salia un mar negro que anegó los caminos, las calles, las grandes avenidas, los callejones, los vericuetos, los escondrijos …, continuó vaciándose el cielo, indiferente, desangrándose. El agua negruzca, llegó a los pies de todos, se arrodillaron como si eso bastara para calmar esa furia extraterrestre, pero no fue así y los tragó sin escuchar sus arrepentimientos, sin oírlos, sin oír sus miles de perdones, arrepintiéndose de algo que no conocían.
Y mientras el Redentor, pensando que nada estaba ocurriendo, que solo era un sueño mal diseñado. Pensando que los sueños son irrepetibles, siguiendo aquel juego, se sentó en el suelo, tiró de aquel manto divino que lo separaba del resto que ya no existía, y se convirtió en uno más, lo inundó aquel pavor
que todos sentían, sintieron … Levantó aquella la Cruz y estalló en sus manos un enorme fuego, brillante, preciso.
Se alumbró su cielo, el de los Pl5 también. Que hermoso era el Cosmos, miraron arriba los que quedaban
sin saber que del hermoso planeta, solo quedaba su energía vagando por el espacio.
Su Altísima Sabiduría ya había elegido.

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