Siempre que no encuentro un texto que he ya he visto, sale a flote, el recuerdo triste de un día de lluvia, que se me escapó el libro que leía, de entre las manos.
Aún veo sus hojas bajo el agua, con ese tono azul que tiene lo ahogado, y su amargura fresca.
La corriente lo atrapó, y yo, con la fuerza de un anciano desesperado, traté de salvarlo, pero lo arrastró el agua, con esa manía de araña, de sujetarlo todo y encerrarlo detrás del cerco de sus hilos pegajosos.
Entonces yo empapado y repleto de un odio nuevo, y antiguo a la vez, fui a rescatarlo,
pero no pude, las fuerzas del primer momento me habían abandonado, y el pesimismo, conque se abandona lo amado, hizo su parte.
Cuando ya era una sombra imprecisa, y las corrientes pasaban sus hojas en un orden aproximado,
mi mano se alzó con rabia. No sé si para desplegar un adiós que no quería, o maldecir aquella lluvia que asfixió mi libro.
Pensé en comprarlo de nuevo, pero no lo hice,
hubiera sido una traición imperdonable.
        
OPINIONES Y COMENTARIOS