Mis lecturas han sido variadas y desordenadas. La ficción me atrapó por un tiempo de manera exclusiva y leí a varios autores. Mi primera novela fue Ivanhoe de Walter Scott y varias novelas de Salgari. Las historietas ocuparon un período de mi infancia pero poco para recordar. Una novela que me impresionó a mi corta edad, y era de la biblioteca de mi padre, fue El Coleccionista de James Fowles que se publicó en 1963, en Inglaterra, y dos años después, la llevó al cine William Wyler, con Terence Stamp como protagonista, y el argumento es este: Frederick Cleeg es un empleado público que tiene pocas relaciones de amistad y es coleccionista de mariposas. Se enamora de una joven de 20 años llamada Miranda y que estudia arte. La joven pertenece a una clase social superior a Frederick. Este empieza a padecer una obsesión por Miranda, la persigue y la espía a la distancia. En un momento dado, la joven se traslada a Londres para continuar sus estudios. Frederick sigue persistiendo en su obsesión y en ese momento gana un premio importante en la lotería. Se traslada a Londres en busca de Miranda. Empieza a concurrir a lugares elegantes, pero comprende que a pesar de su dinero, no tiene la cultura suficiente para ser aceptado. Compra un castillo en un lugar apartado y acondiciona un sótano con todas las comodidades. Planea secuestrar a Miranda y encerrarla en ese sótano. No tiene intenciones de abusar de ella. Solo desea que Miranda lo ame. No cuento el posterior desarrollo y el final, solo recomiendo leerla para comprender las luces y sombras del alma humana. Esta novela siempre me hizo pensar y hace un par de años, la encontré en internet como libro usado. La compré de inmediato y la leí en pocos días. Habían pasado más de 50 años desde mi primera lectura.
“Uno no es lo que es por lo que escribe, sino por lo que ha leído”. Jorge Luis Borges.
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