El regreso de Camille Monfort.

El regreso de Camille Monfort.

Michael Avalia

06/12/2024

El regreso de Camille Monfort.

En las sombrías calles de Londres, envueltas en la niebla nocturna, se tejía un misterio que había permanecido oculto durante décadas. Camille Montfort, la enigmática cantante de ópera que se decía haber sido víctima del vampirismo en el siglo XIX, había regresado de entre los muertos.La artista dejó atrás su vida conocida y partió hacia un destino tan exótico como prometedor: Belém, Brasil. Lo hizo de la mano de un hombre cuya fortuna y posición social lo convertían en una figura destacada entre la élite de la región.Este hombre, sofisticado y encantador, era un magnate cuya riqueza no solo se medía en cifras astronómicas, sino también en el acceso exclusivo que tenía a los círculos más influyentes de Belém (Brasil). En las veladas de la alta sociedad, donde se mezclaban empresarios, políticos y figuras culturales, él era una presencia ineludible, y ella, con su elegancia y carisma, no tardó en convertirse en su acompañante estrella.La ciudad, conocida por su vibrante vida social y sus históricos salones, fue testigo de su ascenso a un mundo de lujos inimaginables. La cantante, que hasta entonces había vivido en un contexto más modesto, se sumergió en un estilo de vida marcado por cenas opulentas, yates en el río Amazonas y fiestas privadas en las mansiones más exclusivas.Para muchos, Camille simbolizaba el ascenso soñado, el salto hacia una vida de privilegios; para otros, era solo una mujer ambiciosa que había sabido jugar bien sus cartas. Lo cierto es que, en Belém, su nombre comenzó a resonar tanto como el de su adinerado acompañante, consolidándose como una nueva integrante de la élite que dictaba las reglas del juego social en aquel rincón del mundo.En una de esas fiestas opulentas que parecían arrancadas de un sueño, o quizás de una pesadilla disfrazada de glamour, su destino tomó un giro macabro e irreversible. La velada transcurría en una mansión de estilo neoclásico, donde los candelabros de cristal proyectaban destellos dorados sobre los rostros de la élite de Belém. El aire estaba impregnado de perfumes costosos y murmullos de intriga, pero lo que nadie imaginaba era que esa noche dejaría una mancha imborrable en la vida de todos los presentes.Ella, radiante como siempre, se movía entre los invitados, ganándose miradas de admiración y, en algunos casos, de envidia. Fue entonces cuando un hombre, uno de los más influyentes y temidos de aquella sociedad cerrada, se le acercó con una sonrisa que ocultaba algo siniestro. Nadie cuestionó cuando ambos se apartaron del bullicio principal, como si Camille, con su magnetismo, siempre supiera atraer atención especial. Sin embargo, minutos después, un grito desgarrador rompió la armonía de la música y las risas.Los detalles de lo que ocurrió en aquella habitación oscura son inciertos, pero lo que sí es conocido es que salió de allí tambaleante, con un pañuelo de seda presionando su cuello. Al retirarlo, quienes la auxiliaron quedaron horrorizados: las marcas profundas de una mordida, un mordisco inhumano, se hundían en su piel, y la sangre manaba como un cruel recordatorio de su fragilidad.La tragedia no terminó esa noche. Aunque fue llevada de inmediato al cuidado de un médico privado —por insistencia del hombre responsable, que usó su influencia para silenciar cualquier rumor—, Camille comenzó a deteriorarse con rapidez. En cuestión de días, desarrolló fiebre alta, delirios y una debilidad que la dejó confinada a su cama en la mansión. Las heridas, que nunca terminaron de sanar, parecían infectadas por algo que los médicos no lograban identificar.Al poco tiempo, su vida se apagó, dejando una sombra de misterio y horror. Según fuentes oficiales, su muerte fue atribuida a una afección pulmonar, un diagnóstico conveniente que cubrió con un velo de discreción los detalles oscuros de sus últimos días. Sin embargo, entre las habladurías de los círculos sociales, se comentaba algo mucho más macabro, un secreto que muchos preferían enterrar junto con ella. En los días posteriores, la comunidad de Belém regresó a su rutina, pero para quienes la conocieron, su recuerdo permaneció como un espectro de lo que la alta sociedad era capaz de ocultar bajo sus máscaras de lujo y poder. Después de fingir su muerte durante el terrible brote de cólera en la ciudad brasileña de Belém, Camille había desaparecido de los registros públicos.

Muchos la creían enterrada en el cementerio de La Soledad, pero la verdad era mucho más oscura. Bajo el manto de la noche, ella había escapado de su tumba y había encontrado refugio en las sombras de la sociedad vampírica europea. Pasaron décadas, siglos incluso, y su nombre se convirtió en una leyenda olvidada, hasta que un encuentro casual la aupó de vuelta al mundo de los vivos.

Darius, un antiguo amigo y aliado, la encontró mientras deambulaba por los callejones de París, y reconoció en ella la misma mirada seductora y el aura de misterio que una vez la había rodeado. Con el paso de los años, su fama como seductora y cazadora de sangre había crecido, convirtiéndola en una figura legendaria entre los vampiros. Pero su regreso no pasó desapercibido.

Pronto, las facciones vampíricas más poderosas se enteraron de su reaparición y comenzaron a conspirar para reclamar su lealtad o eliminarla para siempre. Camille, sin embargo, tenía sus propios planes. Con la astucia de un depredador y la belleza de una diosa, tejía su red de intrigas y manipulaciones, utilizando a sus antiguos amigos y enemigos como piezas en un juego mortal.

Pero en el corazón de su oscura trama se alzaba una pregunta, que había llevado a Camille Montfort a abandonar su tumba y regresar al mundo de los vivos. Mientras las sombras se alargaban sobre las calles de París, el regreso de Camille desencadenaba una serie de eventos que cambiarían el curso de la historia vampírica para siempre. Y en el centro de todo, permanecía el enigma de una mujer cuya sed de sangre era solo superada por su sed de venganza.

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