He decidido quitarme los lentes rosados con los que solía mirarte cada vez que quería y podía. Sin pedirlo, he tenido que acostumbrarme a tu ausencia. Sin previo aviso, me someto al silencio de nuestra habitación. No existe un día en el que no te vea en la cocina, aunque han pasado semanas, quizás meses, desde la última vez que desayunamos juntas.
Qué difícil fue convertir tu olor en un recuerdo. Ya sé que, si me pierdo, no estarás para encontrarme, a pesar de que me dijiste una vez que siempre lo harías. Sin embargo, todavía cabe la posibilidad de que tus sentimientos hacia mí hayan sido ciertos. Cuando alguien se va de mi vida, entiendo claramente lo que se revela: es como esa famosa frase que dice “Aquí no valen tus palabras, solo tus acciones.”
De repente, comienzo a ver las señales que siempre estuvieron ahí, pero que ignoré porque estaba enamorada. Ya no es una luna de miel, es como una cirugía: duele, pero es necesaria para mi salud emocional. Todavía tengo mi corazón en la mano y con él camino cada vez que puedo. Ahora solo soy una persona más con el rostro serio.
Camino sola, con el alma en las manos y el rostro serio. Aunque mire hacia adelante y te vea, no podré verte de la misma manera. Seriamente, no puedo.
Cuando las ilusiones se rompen, he decidido amarte en silencio, porque sufro menos. Me duele tu rechazo, lo reconozco, pero también sé que este dolor es parte de mi liberación.
» la verdad duele, pero también libera.»
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