A mediados de julio, a la altura de la ciudad de Cafo, en la extensa sabana de Pafno, durante una mañana abrazadora, un numeroso grupo de etólogos estaban estudiando el comportamiento de un grupo particular de chimpancés.
Ya hace más de medio año se habían reportado un descenso alarmante de chimpancés en casi todos los hábitats registrados, por tal razón, se mantuvo una vigilancia de veinticuatro horas a un kilómetro alrededor del grupo más extenso. Se sospechaba que la actividad de sus depredadores se había intensificado a mediados de marzo, pero al final del día, no se logró observa ni un solo depredador a kilómetros de todos los hábitats.
«Sus números son iguales, señor» uno de los estudiantes de etología que vinieron para hacer una observación de campo, respondió rápidamente luego de mirar por un binocular de campo, la superficie era del color del paisaje, fácilmente se podía camuflar.
«Bien, mantén un ojo en el líder, su comportamiento puede ser desencadenante de grandes cambios» el estudiante se mantuvo observando fijamente cada movimiento que daba.
“De una u otra forma, el comportamiento de líder se mantuvo como se había registrado durante años, parece irrazonable continuar” pensó un estudiante que le toco vigilancia en la madrugada, se veía fatigado por las largas horas sin dormir, por ello no era de extrañar que rato en rato no se percatase de las cosas oscuras que sucedían cuando sus ojos caían.
A la mañana siguiente, el día 24 de julio, por un caso especial, se permitió un film de la vida del mismo grupo de chimpancés que ya meses se han estado observando. En medio del bullicioso escenario, de rato en rato, poco a poco, se acercaban cada vez más hacia los chimpancés, sus figuras a distancia ya eran intimidantes, pero al alzarse llegaba fácilmente a los dos metros.
Repentinamente, un pequeño niño, el cual había venido con sus padres que trabajaban en el film, se escabullo lentamente bajo el extenso prado seco, para llegar hacia una cría de chimpancé y sostenerla en sus brazos. El comportamiento repentino atrajo la atención de tanto, los machos que se encargaban de vigilar los alrededores, como de las personas presentes, que abruptamente soltaron sus cosas y fueron a recoger al pequeño.
El niño lo alzó aún más mientras sonreía de oreja a oreja y miraba en dirección a su madre. Instantáneamente, un algo apareció invisiblemente en las profundidades del alma de todos, las corrientes de viento de alguna manera se secaron y las personas que del susto se quedaron heladas, se sintieron levemente asfixiados.
Las piernas para todos eran pesadas.
¡¡TAN!!
Una figura en particular se alzó, caminando lentamente hizo temblar ligeramente el piso, y mirando de forma seca, vio al niño, él por su parte, soltó al pequeño chimpancé, haciéndolo caer de cabeza y comenzó a emitir ruidos agudos.
Los padres del niño se llevaron la peor parte, cuando observaron a la criatura que se hacía llamar chimpancé y a su preciado hijo, hasta ellos temieron moverse, los demás que se habían quedado atrás y pudieron observarlo de lejos sintieron que su piel se contraía y los jalaba a irse. La esencia del miedo recorría sus parpados y sentía terror cada instante que permanecía inmóviles esperando a que les llegara su turno.
Las personas que ignoraron las diversas presiones y se escabulleron, fueron totalmente ignorantes ante lo que estaba frente al niño.
«POr, favor, ¡¡Ayuda!!»
El gemido del niño pidiendo auxilio fue escuchado rápidamente por las personas que se encontraba a unos metros de donde estaba. Ellos se alzaron si temer a nada y sus piernas saltaron con fuerza hacia él.
Pero segundos antes de que llegarán, escucharon un fuerte golpe que provenía de más lejos, cuando voltearon, observaron una figura borrosa de un chimpancé saltando y pasándolos por varios metros en fragmentos de segundo.
Se quedaron inmóviles al no poder alcanzar a ver la figura oscura que se mecía entre lo borroso y lo real.
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