Había un animal nocturno en nuestra aldea que estaba rondando en la zona donde estaban las chozas y nos reunimos todos incluidos los que teníamos cueva. ‘Es el Jaguar Nocturno, traído por el dios de las Manzanas de los Tchualopiyo. Ya no tenemos solución que nos proteja, sufrir sus consecuencias y no se detendrá menos con el sacrificio.’ era la teoría que algunos les encajó. Se trataba de una creencia de una aldea, un tanto alejada, que existía un dios que se manifestaba en aquel animal y desolaba en la noche, amenazando en contra de los humanos al tener desatendidos a los dioses, su ira se manifestaba mediante ataques a los cultivos de manzano, ya que era el cultivo principal de los Tchualopiyo, extendiéndose a otras frutas o bayas. ‘Hay que solucionarlo, iluminaremos la aldea con las antorchas de las celebraciones y me quedo esperando con Ayahouitl, en lo alto con algún entretenimiento. Y cuando venga, zas, cazamos al Jaguar ensartado en una lanza y nos lo comemos’, algunos decían que si iluminaban la aldea no iba a acudir, que no era lo mejor ni siquiera hacer fuego, otros creían con todas sus fuerzas en el dios de las Manzanas por las historias llegadas de los Tchualopiyo, que no iba a ser tan fácil de burlar porque eran sus designios, y que hacía falta sacrificar el corazón de indígenas e indígenas hasta que se detenga su castigo y los libere de la maldición, otros, la mayoría, no se pronunciaban, aunque como todos en el pueblo eran cazadores, decidieron finalmente mantener las antorchas apagadas así era más sencillo y tratar de averiguar antes de nada que animal rondaba y destrozaba, dejando evidencias de su paso, con aquello que encontrábamos desperdigado que no guardábamos a salvo en nuestras casas, que quedaba caído en la tierra demostrando que algún ser vivo había estado en nuestro aldea mientras todos dormían, descubriendo esas acciones tan intempestivas y desafortunadas al amanecer. Ya fuese el dios de las Manzanas, o un simple animalito que ha varado en nuestra aldea desde otro lugar, donde quién sabe de dónde haya llegado, aquello se iba a terminar. La reunión continuo durante varias horas ya que después empezaron a hablar acerca de si tendrían que iluminar con candiles la aldea toda la noche independientemente de los acontecimientos actuales que nos deparan y así fuera un sitio más civilizado y seguro, que se conocía que en otros lugares más avanzados en civilización, utilizaban aceites o grasa de ballena que ellos no tenían, y siguieron hablando y hablando, aunque ya no podíamos hablar más porque estaba todo dicho, siguieron y siguieron hablando. Como buenos vaqueros ya estábamos diciéndonos entre nosotros en voz baja, como proteger aquella aldea en medio de la selva, de como proteger a nuestros nuevos vecinos y el ganado, como guardábamos a las vacas de los lobos en nuestro antiguo rancho, como no se atrevían a acercarse a por su presa bovina porque sabían las funestas consecuencias. Cuando acabó la reunión decidieron, sumado a patrullas nocturnas y diurnas por alrededores, que no iban a iluminar por la noche, siguiendo como hasta ahora, ya que era un gasto excesivo de antorchas y la labor que tiene ese oficio que concluía que era innecesario, porque no iban a lograr otra forma más sofisticada de momento aunque si alguien encontraba la forma que lo comunicase en siguientes reuniones de vecinos, y que se procurase tener algo de iniciativa resguardando bien todo en el interior de nuestros hogares y no dejando nada por fuera a los animales, que aunque ya se dijo en asamblea y que mucha gente desobedecía hasta entonces, que ahora lo iban a hacer de verdad, con especial cuidado y atención de guardar todo en sus casas por el ya conocido Jaguar Nocturno. Hasta posiblemente, la siguiente luna, en que vuelvan a dejar varios enseres y productos de comercio por fuera.
Cuando salíamos de la asamblea, mientras nos despedíamos comentaban nuestros vecinos entre ellos. Llegamos a escuchar que se lo habían inventado todo los jefes, ‘Así la gente no rondaba por la aldea a esas horas y protegían a los niños que no salgan de noche, no hay ningún jaguar’. Nosotros conocíamos bien desde el Oeste que si era posible dar caza al Jaguar Nocturno. Que los animales vinieran era algo que ocurría, y que en esta aldea con tantas casas, los depredadores no se atreverían tanto a venir por lo que encontraran, comparado con un rancho en medio de nada, aunque según se había hablado en la asamblea todo apuntaba que alguno sí, que se aventuraba a llegar a entrar. Y nosotros teníamos experiencia, no va a pasar de esta noche, ni siquiera va a acercarse al vallado externo.
En el pueblo se montó un gran revuelo, algunos decían que no acabarán con su vida al cazarlo, que lo preferían vivo y pagarían por el animal, ya que así lo vendían. Casi todos estaban convencidos y convencidas de ir a buscarlo, a los hombres no les importaba que las mujeres les acompañasen o no, porque aquel pueblo no entendía de desigualdad, así que todos los habitantes fueron a por el animal. Las primeras guardias nocturnas se llevaban con serenidad, aunque a mitad de la noche aquello era más pasar un buen rato los unos con los otros, se contaban historias, y se divertían, más que por momentos vigilar si el Jaguar Nocturno llegaba a hacer pequeños desbarajustes en cajas apiladas o tirar manzanas por el suelo. Algunos incluso se iban antes a dormir y nadie decía nada. Nosotros no, sabíamos que era lo que había que hacer, donde ubicar las trampas y nos ocultabamos por los alrededores.
Al tiempo, cada vez salía menos gente ya fuera por el día o por la noche y hubo algunas protestas porque unos salían y otros no, aunque ni rastro del Jaguar Nocturno. Decían por el pueblo que los dioses habían llevado la indulgencia al pueblo, ‘somos buena gente y muy hospitalarios de vez en cuando como nos iban a castigar’, decían, o también ‘el dios de las manzanas es un invento de los Tchualopiyo están todo el día manzana para arriba, manzana para abajo, y se vuelven locos’, mientras algún vecino ya había hecho algún altar a este dios con ídolos tallados de manzanas en las habitaciones de sus casas. Las protestas pronto fueron dejando paso a la vuelta de la calma, algunos cultos ya siguieron por tiempo aunque el Jaguar siguió sin hacer acto de presencia. ‘Aquí el dios manzana no viene porque no tiene tanta fruta’. Una ocasión, unos vecinos llegaron con un jaguar que habían cazado, aunque ya era algo alejado, no hubo forma de averiguar si aquel animal era el felino más buscado en aquel lugar.
La estación fue cambiando, dando paso a la selva con más lluvias y los animales ya no eran tanta preocupación, los bastos páramos de vegetación resguardaban a unos y otros, animales y humanos, al amparo de lo que la selva año tras año iba teniendo en bien y a veces no tan bien, para quien daba cobijo, pequeños seres o grandes, terrestres o marítimos, vegetación o vida que se desplazaba encontrando su lugar en el universo, y siendo lo más felices en aquel lugar en el que vivían lo más felices que lograban serlo, con sus vidas, con el comercio, las amistades y charlas por horas y horas. Yendo y viniendo por una aldea en la que no hubo presencia alguna de aquel Jaguar Nocturno de nuevo, ya fuese un jaguar, o incluso el viento, alguien de la aldea del que nunca se supo, alguien que pasaba por ahí, o un lobo del mismísimo Oeste que se había perdido en tierras lejanas, ya no como nosotros que habíamos hecho de este lugar del mundo nuestro hogar.
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