Recordemos la Edad Media… aquellos días cuando las porciones de tierra pertenecían a reyes y que estos, protectores de sus pertenencias, construían fortalezas enormes rodeadas de torretas con vigilancias militares, que por si acaso, eran útiles para salvaguardar no sólo la integridad de sus habitantes (vasallos prácticos de las disposiciones) ostentando poder en aquellos paisajes europeos, sino eran núcleos al servicio de un Poder. Así, entonces, en una Subsecretaría de un reino muy muy lejano, al parecer sucede exactamente tal situación: la defensa de feudos o direcciones (porciones de oficinas) donde cada jefatura pareciera cuidar con celo, sus escritorios, posiciones, funciones y hasta sillas o lápices, pero ante todo, cuidan el insuflo de poder que les fue conferido el cual se ejecutará durante seis años. Y como en aquellos años, incluso entre señores feudales, había problemáticas bélicas cuyas confrontaciones, pese a estar a alineados a una idea sólida (la conquista católica sobre Tierra Santa), irónicamente se bronqueaban entre reyes. Acá así pasa, cada jefatura desea adquirir protagonismo en aras, según se nota, de buscar ser figura representativa ante el Poder Ejecutivo Estatal y ser el número uno quedando bien en el reinado supremo cuya tela del manto de las reinas y los reyes es color tinto.
La idea que une a estos feudos es solamente política de perpetuación. El ideal es saciar el hambre (de figurar) a través del beneficio del poder (el hueso, y a ver qué me toca). El bien común (la sociedad) está condicionado sobre el feudo que le toca a cada jefatura, pero el trato y el diálogo a lo demás, si bien le va a los vasallos (de confianza o de base) ya es ganancia. Si no, lo que importa es defender un feudo y sentir que la porción de oficina es posesión casi, patrimonial personal, como si hubieran fincado ahí mismo. Si un feudo de esta subsecretaría de un reino muy muy lejano, tiene problemas internos entre sus jerarquías feudales (los nobles y el clero) entonces se resuelve con omisiones o amenazas de no encontrar solvencia en cualquiera de sus cargos, porque la línea de obediencia es perpetuar el manto tinto (como en esos ayeres así fue, perpetuar el poder de la Iglesia Católica). Ahora bien, si este contexto lo trasladamos a un entorno más antiguo, como el Imperio Romano, funciona muy bien como ejemplo, porque en ese tiempo, cada provincia era gobernada por un procónsul o pretor (de allí el nombre de la guardia pretoriana) que se encargaba de someter al pueblo a la voluntad del César.
Las subsecretarías podrían quedar identificadas con el nombre de provincias romanas de Colimán. Pero en cualquiera de los dos casos de ejemplificación histórica, tanto medieval como imperial, hay rasgos en común: confrontaciones internas entre feudos – provincias, obediencia a un rey o reina – sometimiento a un imperio – pretor, vasallos – plebeyos – libertos – clientes, patricios – nobles – clero, militares – guardia pretoriana). Ni siquiera había algo de ese sueño romano en la antigua república: una sociedad pacífica, porque Roma había comenzado por una discordia entre Rómulo y Remo. El manto tinto se compuso de discordias y personajes traidores. El Senatus está muy evidente. Las dependencias de gobierno, de este gobierno, son más bien, de índole sectario.
En una secta todos los participantes actúan conforme a un ideal de sometimiento, y en un lenguaje propio que usan como código de identificación y procedimientos únicos. Si algo no encaja bajo esas reglas sectarias los usuarios son expulsados e incluso señalados como malvados que están en contra de la bondad vociferada por ese grupo. Y también, son enemigos del Estado como en Roma. Las subsecretarías los congelan, o los censuran o los castigan o los aíslan. Los feudos eran solamente para quienes obedecían al señor feudal, sino, a buscar hogar en otro reino… o grupo bárbaro.
¿Seremos musulmanes o vasallos al servicio de la Iglesia Católica Medieval, o godos y plebeyos – libertos o clientes del Imperio Romano? Los godos eran enemigos del Estado Romano, los musulmanes del mundo occidental.
Es curioso, los patricios o los nobles (dependiendo si es feudo o provincia) también se sentían tan dueños como los reyes o los pretores. Las empleados que simpatizan con la secta, también se sienten tan poderosos (as) como el reinado supremo del Ejecutivo Estatal. Porque hay un ideal sectario que los une. Si eso apacigua problemas entre feudos o provincias, entonces eso se llama política de perpetuación, porque de allí emana poder como fuente de donde tomar. Qué importa «si lo que nos une es obedecer». Lo que importa es el poder. Importa «mi provincia», «mi feudo», «esta tierra» o «la oficina que gobierno». Sentirse poderoso (a) es necesario para abrazar lo que se criticó hace años, porque el pecado de la Iglesia Católica no es desvirtuar el sentido ético y político, es no seguir el ideal hacia el dios bíblico que genera facilidades de gobernabilidad.
Ahora bien, quiero ser enfático en torno al Imperio Romano. Cuando gobernó Nerón, se dice que para parecer descendiente del dios Júpiter con cualidades de salvador del pueblo, fue necesario optar por quemar 14 distritos de la ciudad a fin de conseguir una imagen controvertida de destructor – conciliador. Según algunos patricios, Nerón decidió incendiar la ciudad para usar las cenizas de las ruinas y construir de las mismas, un monumento de su persona, con el objetivo de deidificarse. Algunos edificios de ciertas subsecretarías mantienen este estilo en sus interiores, siendo espacios en abandono y en decadencia, cuyas instalaciones están sucias o llenas de «triques» sin la mínima voluntad por darles mantenimiento ¿será que el pretor quiere comportarse tan vanidoso como Nerón?
No sé, pero «había una vez en un reino muy muy lejano», así dice el cuento.
Hace mucho tiempo en una dependencia muy muy lejana.
Érase una vez…
Bueno, continúen ustedes, yo seguiré tomando un café que no sea en vaso con etiqueta guinda.
En cuanto .´.
QQ.´.HH.´.
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