A veces me encierro en el baño. Pasada la media noche puede que me tarde más de una hora. Tengo un parlantito que conecto al teléfono, todos duermen pero yo escucho blues.
Siento extraña mi relación con este espacio, como un agujero en el tiempo, un botón de pausa. Ahí adentro desaparezco o desaparece el resto.
¿Cuántas personas estuvieron a solas en este lugar?
Desnudas o vestidas, mirándose al espejo, a los ojos.
¿Nunca le preguntaste nada a tu reflejo?
¿No te resulta desesperante su silencio?
Me desvisto, nadie me observa y eso me hace sentir vulnerable, bajo todas mis armas, la guardia.
Alguien… al menos una persona ¿me estará pensando?
No me gusta mi cuerpo, no me gusta mi cara.
– No me gusta como sos – me digo en vos alta – ¡Mejorá carajo!
Práctica y agilidad en los dedos, pasar la lengua por el papelillo es mi parte favorita. Sentir de cerca la fragancia, me gusta ver el humo llenando el lugar, fumar marihuana y aflojar las ansias.
Para el momento de mojarme prefiero ritmos Spinettosos, relajar la espalda, cada tensión de mi frente, sentir el agua correr de la nuca a los talones.
A veces me masturbo mientras la música sigue sonando a lo lejos.
¿Nunca lo hiciste pensando en alguien?
¿No te paraliza el instante de vacío total que sigue después de acabar?
Me quedaría a vivir bajo la ducha para siempre, me gusta imaginar que al abrir la puerta el resto de mi casa habrá desaparecido. Que mi baño está ahora flotando en el espacio, atravesando la vía láctea en busca del capitán Beto.
Lo malo de la ducha es que al terminar, aunque tardes y hagas tiempo tenés que salir.
Afuera, no importa el mambo que estés teniendo, todo sigue.
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