He aquí, yo enviaré un ángel delante de ti, para que te guarde en el camino y te traiga al lugar que yo he preparado. Ex 23 ,20

Mis ángeles: María Hernández, Luz Marina Araujo y el Padre Isaías Torres.
Me conocen como Rerre, y mi vida está un poco revuelta. Dejé mi bicicleta en la entrada de la escuela y corrí al pasillo para ver los resultados de las pruebas de recuperación de matemáticas de primer año en la cartelera. Al lado de mi nombre había una nota de tres puntos. Mi ánimo se desplomó en el caos, me sentí paralizado por dentro y sin aire; no quería estar allí, tenía ganas de llorar y destrozar la cartelera, mi vida se sentía en pedazos. Escuchaba las burlas de algunos compañeros, mientras otros me recordaban que solo me quedaba una oportunidad más o tendría que repetir el año.
Mi tristeza se notaba claramente. De repente, mi nombre resonó con una voz encantadora que emanaba serenidad: » querido Freddy, ven aquí, vamos a hablar » Era la profesora María Hernández.
No la conocía, pero desde hace unos días noté que ella estaba atenta a mí. Comenzamos a hablar y le conté sobre mi situación actual. Rompí en llanto, y ella me escuchó con atención, ofreciéndose a ayudarme. Me sugirió buscar a otra persona que me enseñara matemáticas durante las vacaciones para prepararme mejor para el examen. Su atención mientras me escuchaba era tan profunda que su mirada revelaba compasión y un deseo de guiarme; me sentía perdido en medio de mi realidad.
Me dijo:
-Querido Freddy, si sientes un bloqueo con las matemáticas, solicita a Jesús de Nazaret la virtud de la perseverancia. Confío en que Él te dirigirá hacia la persona idónea que despejará tus dudas y te preparará adecuadamente para superar el examen. «Sí se puede», tres palabras claves que me han asistido en la vida son: quiero, puedo y hago. Eres un chico excepcional y Dios tiene preparado algo grandioso para ti.
Esas palabras me brindaron una paz inmensa; la agitación de mi corazón se aplacó, la respiración comenzó a fluir suavemente como una danza en mis fosas nasales, y me sentí pleno de oxígeno.
Me brindó un abrazo tan fuerte que me llenó de energía y valor.Tras nuestra charla, corrí a ver si mi prima Luz estaría dispuesta a darme clases de matemáticas en las vacaciones.
Durante las vacaciones, mi prima Luz me atendió con gran disposición; su método de enseñanza era distinto, marcado por la paciencia y la tranquilidad. Las clases resultaban entretenidas y libres de la presión de situaciones adversas. No solo mejoré en matemáticas, sino que este período de aprendizaje trajo orden a mi desorden. Me sentí internamente iluminado y lleno de entusiasmo para continuar.
El día del examen llegó, me sentía preparado y conseguí aprobar con diez puntos. Fue un momento de inmensa alegría; corrí por los pasillos de la escuela gritando que había aprobado la prueba, loco de emoción. En la biblioteca, encontré a la profesora María y la abracé con afecto, diciéndole: «Gracias por ser mi ángel guardián». Ella respondió: «Querido Rerre, siempre estaré aquí para lo que necesites».
Después, caminé descalzo desde el liceo hasta la Virgen del Teleférico para elevar una oración entre lágrimas de gratitud.
Regresé a casa contento y fui a ver a mi prima para agradecerle su dedicación y paciencia. Entre lágrimas, le dije a mi prima: «Gracias por creer en mí, gracias por ayudarme a confiar en mis propias habilidades». Ella me respondió: «Rerre, te salvé de la ¨¨pela¨¨ que te esperaba de parte de mi tía María y Morela, ja, ja, ja»… Nos reímos y luego fui a hacer unas galletas con mi hermana Morela para celebrar el triunfo sobre las ecuaciones de primer grado.
Desde aquel día, el joven tímido comenzó un camino de servicio a la comunidad y gradualmente tomó conciencia de aquel primer llamado que Jesús de Nazaret le hacía en lo más profundo de su corazón.
El domingo, al asistir a la misa temprano, escuché la homilía del Padre Isaías Torres, misionero salesiano en Kenia. Reflexionaba sobre el Evangelio de los discípulos de Emaús y citó una frase que resonó en mi alma eternamente: «Jesús es tu compañero de camino» Ahora entiendo que Jesús se revela en la realidad de aquellos que asisten a los necesitados, en los educadores que se dedican a estudiantes con dificultades y en las personas que sufren. Se revela como el ángel guardián que nos protege de tantos males que nos paralizan.
Jesús nos baña con la llovizna de su Espíritu, permitiéndonos vivir sus actos de bondad en cada aspecto de nuestras vidas y así brindar consuelo a los corazones heridos. Nos otorga la energía necesaria para soportar la carga de los agobiados, para aquellos que no encuentran salida por los obstáculos que obstruyen la luz.

P. Freddy ARAUJO SchP
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