1. Un milagro de las estrellas Timoto y Cuicas

1. Un milagro de las estrellas Timoto y Cuicas

El amor cordial que une las almas

Freddy de Jesús Araujo A. SchP. 

Timoto y
Cuicas

Esta es la historia de Timoto y Cuicas, dos jóvenes indígenas enamorados que vivieron en la región andina de Venezuela en el año 900 después de Cristo. Mérida y Trujillo se unen en una legendaria historia de amor, donde la imponente cordillera andina provee un escenario espléndido y majestuoso para tribus inmersas en un intenso desarrollo agrícola, cultural, ético y espiritual.

Tribu del Cacique Tubusito

La tribu entera está reunida a la orilla del río en la quebrada. Tubusito, el Taita (el padre de la familia) y líder, imparte sus conocimientos sobre las mejores épocas para sembrar y cazar. Todos lo escuchan atentamente. Luego, llama a su hija de trece años y le habla con una voz tierna y amorosa:

-¡Mi pequeña Cuicas, pronto recibirás de los dioses el barro rojo para crear la tinaja de la vida! Con ella, te prepararás para el matrimonio y darás la bienvenida a nuevos miembros de la familia que aguardan en los cielos para regresar.

    La esposa del cacique Tubusito llamada Corocito interviene diciendo:

    Nuestra pequeña Cuicas está creciendo muy rápido; quizás no sea conveniente casarla tan pronto. Ella es de gran ayuda buscando oro en las cuevas del río; los dioses de Niquitao están con ella.

    El cacique responde:

    -es verdad tiene mucha suerte para hallar el oro, pero algún día la tenemos que comprometer para que forme una familia. El cacique Miquinoco que ha quedado viudo ha estado rondando últimamente por acá.

    Cuicas responde:

    Taita, no deseo casarme con ese Cacique; es demasiado mayor para mí y se rumorea que ha enviudado siete veces. Aún no quiero partir al cielo.

    Justo en ese instante, se escuchan los pasos apresurados de una bestia que asciende por el Camino Real. Tubusito ordena que le traigan su arco y flechas por si acaso es una amenaza. Le entregan su arma y, desde el borde de la quebrada, un joven grita:

    -Tubusito, soy el hijo de Esnojaque, vine a traerle una razón de parte de mi Taita.

    – Pase por acá joven, le responde Tubusito.

    El joven se aproxima temblando, presintiendo que el cacique está listo para proteger su tribu ante cualquier amenaza. Al entrar al patio de la choza, observa a la joven Cuicas sentada sobre una roca, tejiendo una pulsera de azabaches. Aunque ella percibe su presencia, no muestra interés en identificarlo, ya que constantemente llegan mensajeros a su hogar con recados para su padre. Acto seguido, el muchacho saluda.

    -¡Epale, Epale! por acá vine a darle un recado de mi Taita Esnojaque; el día del Condor (domingo) hay una fiesta en mi Tribu, es el casamiento de mi hermano y queremos que ustedes asistan. También les encargamos dos tinajas grandes de chicha fermentada y tres de miche sanjonero.

    Entonces, al oír la palabra ‘fiesta’, Cuicas levantó la vista y al ver al joven, sintió de inmediato que su corazón se aceleraba y pensó para sí,

    – ¡que mozo tan simpático!

    El muchacho la miró con cariño y dijo en voz alta,

    -Tubusito, ¡tiene usted una piedrita de oro muy bonita!

    El Cacique sabía que se refería a su hija, inmediatamente dijo:

    -Esa piedra preciosa ya está comprometida para esos altos de Miquinoco.

    Cuicas miro a su Taita moviendo la cabeza expresando su rechazo a lo que había dicho, el joven solo contemplaba la belleza de Cuicas. La mirada le correspondía dibujando una sonrisa en su rostro, suscitando en aquel joven también una sonrisa de agrado y admiración.

    Ella le pregunta:

    -Epa y usted muchacho cómo se llama,

    Respondió

    -Me llamo Timoto que significa según nuestros antepasados, monte alto.

    Ella respondió como suspirando:

    -Como el pico del águila, majestuoso y encantador.

    El Joven se sonrojó un poco y le preguntó:

    – y usted piedrita de oro ¿cómo te llamas?

    -Me llamo Cuicas que significa lagunita de oro.

    Él contestó: «Finalmente hallé la pequeña laguna dorada que tanto anhelaba; hay un destello en tus ojos que desvela el significado de tu nombre.»

    Cuicas sonrió y dijo:

    – ¡Muchacho no es para tanto, es simplemente un nombre!

    Entonces Tubusito intervino con el aire de un padre celoso, mirando fijamente a su hija con una mirada picaresca.

    – Bueno, muchacho, no te estoy apurando, pero seguro que vas hacia esos altos para seguir invitando. Timoto le respondió:

    -sí, tengo que seguir a la Tribu de Estapape, allí pasaré la noche y mañana voy de regreso, me traeré una mula que mi Taita compró para regalársela a mi hermano que se casa.

    Replicó Tubusito:

    -Le dices a tu Taita que, si vamos a la fiesta, que cuente con el encargo, por esta zona tenemos la mejor chicha y miche de los zanjones del filo de la cuchilla, Tu taita es mi gran amigo, me alegra que sus hijos ya estén formando familia, quien quita que un día nuestras familias se unan.

    Se lanzo una carcajada

    -jajajaja.

    Dice Tubusito

    -Cuicas, vaya ligero a las tinajas, bríndele a Timoto una tutumada de Chicha para que tenga fuerza para el camino y a mi me traes un tragao de Zanjonero.

    Los muchachos se miraron con alegría, cada uno pensaba en su interior:

    Creo que me estoy enamorando. ¡Sería un milagro de las estrellas que algún día estuviéramos unidos para siempre!

    Para la cultura indígena de los Andes, las estrellas representan el símbolo del amor eterno e incondicional.

    Cuicas sirvió la Chicha fermentada en las tutumas. Aquella tarde los muchachos quedaron habitados por el misterio del amor. Se despidieron con una mirada típica de enamorados, de esas que dicen tanto.

    Timoto dice:

    -¡Esta es la mejor Chicha que he tomado!

    Cuicas responde:

    -Mi ama y yo la preparamos y la fermentamos en la cueva fría de las piedras toteadas.

    El muchacho se montó en su burro aun con la mirada fija en Cuicas, siguió el camino con gran espíritu de alegría. Y por estar embelecado con la muchacha casi se enreda con una rama de mapurite morado.

    Mientras Cuicas se reía viendo partir a Timoto, comentaba con su madre lo apuesto que le parecía el joven. Su madre asentía y le decía que era un chico de buena familia, pero le recordaba que aún no estaba en edad de enamorarse.

    Respondió Tubusito:

    -Corocito, ¿y usted qué diría si a casi los 11 años ya se había enamorado de mí?

    Cuicas replica.

    -Vio mamá, y usted diciéndome que no tengo edad.

    Ambas sonreían con esa mirada cómplice que comparten madre e hija.

    Cuicas pasó la noche pensando en aquel muchacho que no solo le había robado la atención sino que le había colocado un nombre que a ella le gustaba mucho: piedrita de oro, decía para sí:

    Él me ha encontrado, tal como yo encuentro una pequeña piedra de oro; me llena de alegría, la guardo en un lugar especial, la cuido y la ofrezco tanto a la luna llena como al sol que emerge de la alta cordillera. Quizás me he enamorado, es la primera vez que experimento esto, me siento feliz, y salgo al patio a observar las estrellas. Aquí estoy, reflexionando sobre si el amor eterno es más que un mito. Según mi Taita, cada estrella en el cielo representa a aquellos que han amado tan intensamente que su pasión ha inspirado a otros a amar con la misma entrega cada día. Pero bueno, el alba no espera y tengo que ponerme en marcha para desgranar el maíz; después de todo, hay chicha que preparar por encargo.

    En la Tribu de Tubusito, residen seis familias; cada una se especializa en el cultivo de maíz, cacao, cambures, caraotas y caña de azúcar. Además, elaboran chicha y aguardiente. Otras de sus actividades incluyen la búsqueda de oro y la fabricación de vasijas de barro, muñecos y ropa de lana, la cual obtienen de las áreas de la Tribu de Cabimbu.

    El joven Timoto llega a la Tribu de Estapape, allí le están recibiendo con alegría, el jefe de esta tribu tiene una hija en edad de comprometerse, se llama Timbis. Le dice el Cacique Estapape:

    -Mira Timoto allí está mi hija esperando para casarse. El le responde:

    -su hija es muy bonita pero aun no estoy preparado para formar una familia y ese asunto es de ustedes los caciques.

    -La joven Timbis miraba al Timoto de arriba abajo, y se decía para sí, ese mozo no me gusta y no me quiero ir a vivir tan lejos de mis Taitas.

    Timoto reflexionaba: la joven es hermosa, pero no supera a la pequeña piedra dorada de Tubusito que se llevó mi corazón.

    El muchacho pasó la noche allí, pensando en su querida Cuicas y con el anhelo de verla de nuevo muy pronto. Al amanecer, se preparó con la mula que había adquirido y comenzó su viaje, pasando por las tribus de Miquinoco y Montero, descendiendo a la vega para luego seguir el camino hacia su hogar en la gran Mesa de Esnujaque.

    Ya es medio día, Cuicas y sus hermanos ya tienen listas las tinajas grandes de chicha y zanjonero para la fiesta. A la orilla del río, la joven escucha un sonido extraño y misterioso proveniente de una cueva; la corriente del agua ha crecido súbitamente. Se precipita hacia la ribera, aferrándose a los bambúes. Al acercarse a la entrada de la cueva, divisa una lagartija dorada y resplandeciente. Se frota los ojos y se murmura a sí misma:

    Por la diosa Luna, quizás esto sea un encanto.

    La lagartija la observa fijamente, casi como si sonriera. Cuicas se aproxima para acariciarla, pero la lagartija se aleja hacia el interior de la cueva. A medida que ella avanza, el animal irradia un brillo dorado cada vez más intenso, semejante a los rayos del sol. Dentro de la cueva, descubre dibujos hermosos de los dioses de Niquitao. Está maravillada con todo lo que observa y siente una gran alegría. De repente, la lagartija dorada desaparece, ocultándose en una grieta de la cueva. Al mirar hacia el techo, nota que está cubierto de estrellas. Entonces, una voz infantil detrás de ella le susurra:

    «Pequeña Cuicas, hace tiempo que te obsequiamos pequeñas piedras de oro. Tendrás todo el oro que desees si nos ayudas a liberarnos del Dios de la oscuridad.»

    Cuicas se voltea y observa a un grupo de jóvenes como ella, con las manos atadas con cuerdas de cabuya.

    Sorprendido, les pregunta:

    – ¿Quiénes son ustedes y por qué están aquí?

    Una de ellas responde.

    -Cuicas, somos muchas jovencitas que murieron por encantos del dios de la oscuridad, nuestros Taitas, nos obligaron a casarnos con novios que nosotras no queríamos, fuimos maltratadas por ellos y víctimas de abusos y atrocidades. Hasta mataron a nuestros hijos porque los obligaban a meterse a la laguna de la Teta de Niquitao a buscar la gran piedra de oro. Morían ahogados y de frio.

    Cuicas se arrodilló en la cueva y empezó a llorar asimilando todo lo que le habían contado. Se levantó y mirando a las jóvenes les dijo:

    – ¿Qué puedo hacer para liberarlas del dios de la oscuridad?

    Una de ellas llamada Tundá respondió,

    -lo que más anhelamos es ser libres para poder ir al cielo a encontrarnos con nuestros hijos. Que muchos Caciques puedan comprender que se necesita del amor para una poderse casar. También cuidar la inocencia y dignidad de sus niñas y nunca más utilizar a los niños para la búsqueda del oro en la laguna de la Teta de Niquitao.

    Dice Tundá escucha bien lo que vas a hacer:

    La lagartija dorada te ha estado siguiendo todo el tiempo, ella te conoce y nos ha contado que conociste a un muchacho de que te enamoraste que se llama Timoto.

    Cuicas dice sonrojada,

    -que lagartija más lamprera sabe todo de mí, y se hecha a reír.

    Las jóvenes se ríen y dicen realmente estas enamoradas, se te nota en los ojos.

    Continúa hablando Tundá

    Para alcanzar nuestra libertad, es necesario prometer amor eterno a Timoto, pues sus Taitas quieren casarlos con personas que no aman. Después de la promesa, deben traer una ofrenda de agua de la laguna de la Teta de Niquitao en una tinaja, y Timoto deberá luchar contra el Dios de las sombras. Si Timoto triunfa, seremos liberadas, veremos a nuestros hijos y ya no se forzará a las jóvenes a casarse sin amor. Como recompensa, los Dioses concederán todo el poder para liderar la región de la Cordillera Andina.

    Cuicas le responde a Tundá mirándole fijamente a los ojos, 

    Es una gran misión la que me proponen; ¿será que podremos lograrlo? ¿Me creerá Timoto cuando le cuente toda esta historia?

    En ese momento, las jóvenes exclamaron al unísono:

    –¡Sí, Cuicas pueden lograrlo! La promesa del amor eterno les otorgará la valentía y la audacia necesarias, ese poder emana de las estrellas del cielo.

    En ese instante la cueva quedo completamente oscura, Cuicas sintió miedo y la lagartija salió para alumbrar y desde ese instante no se apartó de ella.

    La jovencita al regresar a la orilla del Rio ve que sus hermanos estaban preocupados y le dicen:

    -Cuicas creímos que te había llevado la corriente. Ella les dijo:

    -Estaba buscando oro, pero encontré una lagartija muy bonita.

    Los niños se asombraron al ver la lagartija dorada; solo ellos podían verla de ese color. Su hermano, que ya era mayor, insistía: «No es dorada, yo la veo verde».

    Así volvieron a casa, jugando con aquel extraño animal. Mientras tanto, Cuicas no podía dejar de pensar en lo que había experimentado dentro de la cueva.

    Esta historia continuará…

    Es posible para nosotros ver más allá de lo que nuestro conocimiento alcanza, y más aún en estos momentos un pequeño camino se abre Más allá de las palabras de nuestra fantasía; entonces quizás nosotros soportemos nuestros dolores con una confianza mayor que nuestras alegrías, porque son esos momentos en los que crece algo que ha entrado en nosotros, algo desconocido, nuestros sentimientos crecen mudos en una perplejidad tímida, porque entonces todo en nosotros se retira, una quietud viene y lo nuevo que nadie sabe aparece en medio de ello, y está callado, y nos colma de belleza y de gratitud.

    (Rainer María Rilke)

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