La fotógrafa de almas

Me encontraba en un lugar que parecía una estación subterránea de Londres, pero construida de piedra. En las paredes había focos que iluminaban el camino con farolas de color ámbar. En la estación, una mujer de mediana edad me miraba fijamente con una cámara profesional de estilo vintage. Se acercó a mí y me dijo que era una fotógrafa profesional, pero que su principal objetivo era fotografiar el alma de las personas.

Me observaba con extrañeza y me dijo que no lograba ver mi alma, que debía presentarme, que tal vez necesitaba conocerme mejor para poder descubrirla. Pero, en lugar de hablar, comencé a correr. Ella me gritaba que necesitaba descubrir mi alma. Corrí tan rápido como pude y me escondí. Desde la distancia, ella me preguntaba: «¿Por qué corres? ¿Qué oculta tu alma?»

Me escondí y lloré. Mi mente y mi cuerpo parecían desconectados. Pensé que así se debe sentir una persona que experimenta episodios de ansiedad, donde el cuerpo reacciona de manera diferente a lo que la mente intenta comprender. Es una completa desvinculación del ser, una fragmentación interna, y es precisamente esa desconexión lo que genera el temor a descubrir nuestra alma.

En ese momento, me vino a la mente el problema de la ansiedad: la desconexión entre cuerpo, mente y, sobre todo, el alma, que también forma parte de lo que somos. Creo que, cuando atravesamos esas situaciones, lo primero que debemos trabajar es nuestra identidad, pero no solo en el sentido de «quién» o «qué» somos, sino en el de aprender a reconocernos como seres que merecen existir en este mundo, con todo lo que eso implica.

La fotógrafa de almas deja una marca en el recuerdo. Una foto perdura a través del tiempo. Así debe ser nuestra identidad: puede cambiar, sí, pero el principio fundamental de quién somos permanece intacto a lo largo del tiempo.

GrethaAstriddeMarte

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