Dicen por allí que los suicidas miran al precipicio y tratan de calcular la altura, los prefieren no muy altos, no vaya a ser que se arrepientan durante la caída.

Estas ahí acostada, me miras fijamente, hay desesperación en tus ojos, se que quieres gritar, te desprendes el cabello en cada caricia forzada sobre tu rostro y cabeza, pies y alma, en cada consagración al infinito, has tomado tu decisión y yo solo puedo mirar, sin intervenir, sin decir nada. Se te secan las lágrimas, se te agota el tiempo, se te caduca la luz, agujas, animales negros, silencios ensordecedores. pero bueno a lo que venimos, continua, sacas una cuchilla, la miras detenidamente, sabes que es una puerta, miras en su brillante filo una línea delgada frente a la zozobra, frente a una caída que jamás se detiene, no te importa esto evidentemente, me vuelves a mirar, y mi alma se quiebra en mil pedazos, en un dolor punzante en el centro del tórax, en un toxico corrosivo que carcome mi esófago y mis entrañas, fuerzas que no entiendo, delirios malditos, ¿por qué te ríes? tomas unas ultimas gotas de benzodiacepinas mezcladas con vodka para que este trago sepa menos amargo, para que te importe una puta mierda el futuro, me vuelves a mirar y yo no digo nada, lo siento, no puedo.

Nos cubren las sombras, el maligno acecha una vez más, se regocija y excita ante el ritual inverso, violas a una virgen, pues tu no buscas nada, tu renuncias. Gritos y lamentos perversos que apagan las velas negras a nuestro alrededor, anuncian tu caída en cámara lenta, la falta de sangre que corre a velocidades increíbles huele nauseabunda, a orina mezclada con soledad, a depresión mezclada con narcóticos, a ilusión revuelta con cabello sucio y líquidos biliares, corre danzante, libre, haciendo pequeños zigzags por el piso de esta habitación que ahora toma unos matices indignos, verdes y negro, amarillo y negro, negro y rosado de mierda, colores intensos que me ahogan a pesar de la oscuridad, una sensación de opresión en el pecho, una sensación de arrepentimiento ante los ríos rojos y negros que ya no pueden regresar, te has equivocado y quieres llorar, deseas que te abrace, lo sé, pero ya no hay nada que hacer, ya no servirá de nada, no tienes fuerzas, ni siquiera para girar tu rostro, de todas maneras no hay hacia donde mirar sin que esa sensación abrumante de la peste trasfixiante, que se desprende de tus venas nos ahogue y nos cubra, como una madre maldita.

Escucho risas macabras ante tu silencio, se abren las puertas, los portales secretos que temía desde niño, escucho podredumbre derretirse desde otras dimensiones y gotear de a poquitos desde el techo, has muerto y estas fría e inútil, ya eres solo una cosa que me aterra pues ante tus ojos veo el infierno eterno, veo una puerta que no conducía a ninguna parte, un abismo que no cesa, quiero salir corriendo al igual, me imagino, que tú, pero ya no puedes mover ni siquiera una pestaña, dios mío ¿qué has hecho? ¿sé que lloras, aunque las lágrimas no brotan, pues estas seca, marchita, tu ultima emoción y la emoción eterna que sentirás a partir de hoy es la angustia, peor y mil veces que la sentida en este plano, maldita estúpida ¿Qué has hecho?

Siento que me acechan seres que no conozco, corro y corro buscando tus palabras – al principio da miedo pero después se pone peor- repetías a cada instante, después de visitar el psiquiátrico por quinta vez, lamento no haberte creído, lanzas de desesperación me alcanzan y revuelven mis intestinos con lascivia, hay rostros horribles por todas partes, caigo una y mil veces, vomito hasta mis pulmones, no soporto más, te puedo ver levitando ante la luna llena, entre las copas de los árboles me persigues, pero no eres tú, por favor no te sigas riendo, por favor vete, por favor solo desaparece, lo sé, lo sé, debí haber hecho algo o haber sido yo quien negocie con las fuerzas prohibidas, pero ya no se puede hacer nada, no soporto la vida y miro el precipicio tentador desde este puente en el que estoy ahora, pero el suicidio es mil veces más tétrico, no hay salida, no hay salida.

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