De un mordisco, 

te abro en silencio,

eres piel tensa y callada 

que me llama entre susurros, 

como un grito apagado 

que esconde la llama.


Dentro de tí, 

como corazón abierto 

que palpita en la mano,

ofreciéndose a la boca 

con un hambre que duele.



Te llevo a mis labios en un acto feroz, muerdo y desgarro,

bebiendo cada latido de tus semillas rojas que sangran y lloran.

Te devoro, con la paciencia de quien ama y la furia de quién muerde, 

te vuelves parte mía,

te derramas en mí, 

hasta que ya no somos dos,

sino uno, nacidos del mismo deseo y de la misma boca roja.



¿Es amor o canibalismo?

Es la entrega total,

la comunión de nuestros cuerpos,

en el cual cada bocado se abrazan y sangran,

como amantes insaciables que no saben decir «adiós».



Es amor,

es el borde del abismo,

donde al decorarte,

me devoró a mí,

donde la entrega es también perderse,

ser engullido con la misma fuerza que desgarra.

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