Es verdad, después de todo lo que ha pasado no deseo verme al espejo, por esa razón vivo con constante miedo y me arrastro por los vértices de la obscuridad esperando que el reflejo nunca me vea. Esa bestia feroz que muerde, patalea y golpea fuerte el vidrio tratando de escapar.
¿Qué ha pasado? ¿En qué me convertí? ¿Acaso la deformidad me volvió un monstruo del ego?
Ocurrió cuando menos lo esperaba, ocurrió cuando creía ser lo que nunca fui y con ese pensamiento me presenté en los escenarios de la vida y fui totalmente rechazado. Enviado a esperar para obtener el favor de la emoción, esa a la que llaman amor y mientras esperaba volvió y me corrompió lentamente y ya no pude ser yo.
Regresó, se posesionó de lo que quedaba de mi alma y volví a ser lo que fui en el principio de mi tiempo. Primero le agradecí por tomar el lugar que no quería representar y después le dejé ser a gusto, esperando que así el tiempo acabará para mí. Nada acabo, los días se hicieron largos, las noches insoportables y la maldad se paseó desnuda en frente de mi y al final me convertí en esto que soy ahora.
Ahora los afectos no represen nada para mí, ahora puedo matar a todo aquel que mienta en nombre del amor y percibo que tú mientes. Tú mientes querido Jacob, tú no me quieres, tú nunca me has querido, pero eso no importa, aquí lo que importa es el peso de la mentira. Siendo aquí la balanza de Anubis, seré yo la muerte juzgante; de un lado tu corazón y del otro la acción.
¡Maravillosas noticias mi amado Jacob, para equilibrar está balanza, necesito tu corazón, permíteme el honor!
¡Permíteme el honor de arrancarte el corazón!
Entre las sinuosidades de las montañas el eco del grito rebotó, espantó a las chotacabras que asustadas levantaron el vuelo. Después silencio, después risas, carcajadas siniestras y después la visión del arroyo de aguas claras a aguas escarlatas y después María Magdalena saltando contenta entre los árboles de acacia.
Entonces comprendí, el mesías, murió el que decía sería salvador de su corazón. Murió Jacob, aquel que dijo que con amor el mal desaparece. Jacob fue un pobre imbécil fanfarrón, de esos que buscó domar a la bestia con noches de pasión, pero nunca intentó acariciar su herido corazón. Ahora Magdalena lo sentenció.
María Magdalena, niña mujer, mujer niña. Tentada por los cuentos de amor, una vez amó y le arrancaron el corazón. Hoy es cazadora de corazones, asesina de hombres cobardes, esos que cobijados en la mentira fingen dar amor.
¡María Magdalena!
¡María Magdalena!
¿Quién se llevó tu corazón?
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