Diálogo entre el Hombre y la Naturaleza

Diálogo entre el Hombre y la Naturaleza

Hombre:

Oh, Naturaleza, alma antigua y eterna,

¿por qué tu murmullo a veces me inquieta?

Tus ríos susurran secretos ocultos,

y el viento me habla de tiempos remotos.

Naturaleza:

Hombre errante, ¿por qué me temes?

Soy la raíz de lo que tú eres.

En mis bosques, tus sueños reposan,

y en mis mares, tus lágrimas brotan.

Hombre:

Pero tú eres inmensa, y yo tan pequeño,

frágil sombra en tu vasto empeño.

¿Por qué en la tormenta me muestras furor,

y luego, en el alba, me entregas amor?

Naturaleza:

Te entrego contraste, lo dulce y lo amargo,

para que aprendas del ciclo más largo.

Sin sombra no hay luz, ni calma sin viento,

¿cómo serías sin tu propio tormento?

Hombre:

Entonces, ¿soy parte de todo tu ser,

un latido fugaz que busca aprender?

Si soy hijo tuyo, ¿por qué me confundo?

¿Por qué siento ajeno el pulso del mundo?

Naturaleza:

Eres mi hijo, y también mi reflejo,

en ti yace el eco de mi propio espejo.

Busca en el canto del ave temprana

y en cada flor que al sol se desgrana.  

Hombre:

Me abruma tu fuerza, tu eterna presencia,

me pierdo en la duda y la inconsistencia.

Quiero entenderte, descifrar tu esencia,

¿cómo hallo la paz en tu indiferencia? 

  Naturaleza:

No busques razón donde existe poesía,

aprende a fluir con cada día.

Sé como el río que nunca se agota,

y en el presente encuentra tu nota.

Hombre:

Gracias, madre eterna, por tu consejo,

en tu abrazo encuentro el reflejo

de aquello que siempre busqué en lo lejano:

la paz de saberme humano.

Naturaleza:

Y en tu humildad, hombre errante y sincero,

descubrirás que somos uno, entero.

Camina conmigo, sin miedo ni prisa,

y hallarás en mí tu eterna sonrisa.

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