Sucedió en un coche

Sucedió en un coche

Maya CJ

28/10/2024

Sucedió en un coche, un Blablacar con cinco pasajeros, aparentemente un viaje cualquiera de Alicante-Valencia. Juan, el conductor, mantenía una expresión tranquila mientras Carla, a su lado, seguía enfrascada en su portátil, tecleando frenéticamente. Pero la verdadera acción ocurría en los asientos traseros, donde el ambiente se podía cortar con un cuchillo.

Daniel, un joven había soltado su teoría conspirativa: “La educación no es más que un instrumento de control. Nos adoctrinan para ser parte de un sistema que solo nos quiere sumisos.”

Maya, sentada a su lado, apretó la mandíbula y se enderezó en el asiento. “Eso es una tontería. La educación es el único camino para el progreso. Nos da las herramientas para pensar críticamente y tomar decisiones informadas.”

“¿Decisiones informadas? ¡Por favor!” Daniel rió sarcásticamente. “Te enseñan lo que el gobierno quiere que sepas. ¿Qué importa el teorema de Pitágoras o saber cuántos planetas hay en el sistema solar si nunca aprendes a sobrevivir por ti mismo?”

Maya lo fulminó con la mirada. “Si fuera por gente como tú, estaríamos en la Edad de Piedra. No es solo memorizar, es entender el mundo. La educación te obliga a salir de tu burbuja.”

Luis, el quinto pasajero, hasta ese momento callado, sonrió y dijo, “A mí me enseñaron a no discutir sobre política en los coches.” Todos rieron, rompiendo la tensión momentáneamente, pero entonces Juan intervino desde el asiento delantero.

“Sabéis”, dijo, “yo dejé la universidad porque creía lo mismo que Daniel. Pensaba que aprender solo, fuera del sistema, era la mejor opción. Y lo hice, recorrí medio mundo, leí lo que quise y viví sin ataduras. Hasta que encontré algo… que me cambió la vida.”

Los pasajeros se quedaron en silencio, intrigados por el tono enigmático de Juan. Incluso Carla levantó la vista del portátil.

“¿Qué encontraste?” preguntó Daniel, esbozando una sonrisa escéptica.

Juan se giró ligeramente en su asiento, sin dejar de mirar la carretera, pero con una media sonrisa en el rostro. “Algo que no enseñan en ninguna escuela, ni en ningún libro que puedas leer por ti mismo. Un conocimiento… diferente. De un sitio que no sale en los mapas.”

Clara arqueó una ceja. “¿De qué estás hablando?”

El conductor dejó pasar unos segundos antes de responder. “Digamos que hay cosas que solo descubres si te pierdes de verdad, cosas que no están escritas en ningún libro. Pero no os preocupéis, este viaje no va hacia ese lugar.” Hizo una pausa y agregó con tono juguetón: “Al menos, no hoy.”

Un silencio expectante llenó el coche. Maya y Daniel se miraron de reojo, su discusión momentáneamente olvidada. Luis soltó una carcajada nerviosa y Carla cerró su portátil, claramente intrigada.

“¿Qué lugar?” preguntó Clara, incapaz de contener su curiosidad.

Juan no respondió. Solo encendió la radio y sonrió mientras una canción llenaba el coche. El misterio flotaba en el aire, pero el conductor no tenía intención de resolverlo.

Sucedió en un coche, donde una simple discusión sobre educación terminó con una revelación que nadie pudo descifrar del todo. El resto del viaje transcurrió en un extraño silencio, cada pasajero perdido en sus propios pensamientos, preguntándose si Juan realmente sabía algo que ellos nunca aprenderían, o si simplemente había jugado con sus mentes cansadas de discutir.

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