Personalmente nunca he sido un amante de la filosofía, y de los cuatro años que la curse -y nunca aprobé- aprendí entre poco y nada. Sin embargo; no es lo mismo una conversación sobre filosofía que una filosófica; siendo la barrera de entrada la diferencia más notable, pues hablar de la primera requiere, dependiendo del tema, un amplio conocimiento de sus corrientes y autores -dicho mal y pronto, cuatro años de carrera y un paro asegurado-. Mientras que en la segunda es secundario su carácter y cualquier inepto puede tratar los temas que se deseen.
Si no lo has entendido, enhorabuena, perteneces a la élite de parados. (dicho por un estudiante de letras, estando no muy lejos del mismo destino: El limbo en LinkedIn.)
Esto tiene entre poco y nada que ver con la historia que vengo a contar hoy; de los personajes que conocí en mis aventuras camino a Málaga -por que cuando uno es joven y enamorado se lo puede permitir-.
Partí el 1 de febrero, vino a recogerme un coche antiguo, de esos que ya no se hacen pero que son de calidad, cuando la obsolescencia programada no estaba a la orden del día. Un señor muy agradable salió del coche a recibirme: nos dimos la mano, dejé mi mochila en el maletero y nos volvimos de inmediato a la carretera. Pedro, como se llamaba, trabajaba como economista en Salamanca, y todos los primero de mes partía de allí hacia el pueblo costero más recóndito de toda Málaga -una mera exageración-, algo que ambos teníamos en común. Atrás iba un joven que no parecía dispuesto a dar conversación y pues le fue tan fácil como ponerse sus auriculares.
El interior de coche era una combinación de cuero desgastado y piezas de plástico pulidas en las puertas y que, aunque impecable, se notaba el desgaste del tiempo. En el lado izquierdo del parabrisas tenía una colección de pegatinas de la ITV, cada una de un color distinto, y en la palanca de cambios había una gomilla rosa para el pelo, seguramente un recuerdo de su mujer. Debajo de la radio existía un pequeño compartimento donde tenía decenas de casetes -de las cuales escuchamos una docena-, desde folk irlandés hasta jazz clásico.
Pedro parecía un hombre culto, y lo demostró con sus dotes de conversación al compartir la misma carga; el amor a distancia.
-Pedro: Yo me hago este trayecto todos los meses, sabes?
-Yo: Y eso?
-Pedro: Es una larga historia…. Pero para resumir, mi mujer trabaja en El Palo y hago este trayecto del tirón.
-Yo: Unas seis horas de carretera sin parar?
-Pedro: Así es muchacho, y tu supongo que te vas de finde a la playita.
-Yo: Si y no… Voy a ver a mi novia, nos vamos de viaje a Francia y cogemos el avión desde allí.
-Pedro: Que estás, de año sabático?
-Yo: Si si, tanto se me nota?
-Pedro: No bueno… te noto perdido, pero no te lo tomes a mal, perderse es lo mejor que le puede pasar a uno, lo malo sería no encontrarse.
-Yo: (Asintiendo), he terminado el bachillerato, pero no se a donde quiero ir a parar.
– Pedro: Pues disfruta este pequeño espacio de incertidumbre, por que de esas decisiones beberá tu vida adulta.
De ahí en adelante siguieron gustos musicales.
-Pedro: Si te gusta algún casete de aquí me dices (señalando a la docena apilada) y pongo alguno, el viaje es largo y yo sin música no soy persona. Bueno no espera….
A unos 120km Pedro desvía su mano ,y su mirada, hacia la docena de casetes, buscando el adecuado para el viaje, el ligero desvío zigzagueante del coche me hizo, por un momento, recuperar mi fe cristiana.
-Pedro: Vale ya lo tengo. (insertando el casete). -Yo: (en voz baja) Menos mal…
-Pedro: Mira esto es folk irlandés, no sabré inglés pero estos cánticos me alegran.
-Yo: Lo mismo digo, la música, al fin y al cabo, es una lengua internacional.
-Pedro: (sonriendo) Cierto, yo lo que si estudie fue francés, he estado ya el norte de Francia. -Yo: Y París, alguna recomendación?
-Pedro: La ciudad, sobrevalorada. El centro, sucio. La gente, maleducada. Espero no desanimarte pero yo que tu, llevaba un ojo en la espalda, ya sabes.
-Yo: No voy precisamente por gusto propio, pero mi familia me ha invitado y que menos, aprovecho y voy con mi novia.
-Pedro: (suspira) Las cosas que uno hace por amor.
La mayoría de canciones eran sobre la I.R.A y baladas patrióticas, un buen acompañamiento para la carrera de velocidad que nos habíamos impuesto a nosotros mismos, íbamos por una autopista de peaje y pues no fuimos los únicos que se autoimpusieron la necesidad de pisar a fondo. Parece ser que, al igual que yo, Pedro conoció a su pareja a través de internet, ambos dos gozaban de buenos gustos musicales; Jazz concretamente.
-Pedro: (resumiendo) Y pues a ambos nos gusta el jazz, asique decidimos quedar en Madrid para ir a un concierto, bueno más bien música en directo en un antro, me falla la memoria (risa), de eso hace seis años ya.
-Yo: (trasteando entre los casetes) Alguno que podamos escuchar?
-Pedro: Claro, claro, mira (Me señaló) ese, sabes ponerlo?
Dije que si con tal de que no volviera a rezarle a Dios, lo puse sin problema y a continuación un mar de curiosidades salió de su boca. Y es que se notaba que era un apasionado del Jazz: baterías, pianistas, saxofonistas y todas sus batallitas se las sabía de memoria, tal era su entusiasmo que -aún yo siendo detallista- no puedo recordar todo lo que dijo. Todo esto mientras se ponía el sol, junto a la música y a nuestras risas -Bliss at last-.
Hicimos una parada a estirar las piernas, resultó ser que nuestro acompañante era ucraniano, y que no hablaba bien el español, aún así era un buen hombre, que trabajaba en la construcción allá en el norte de España y que, al igual que Pedro y yo, bajaba a ver a su mujer. Si esto no es prueba de que el amor es el peor veneno y antídoto, no se que lo será. Todo esto acompañado de unas cervezas, sacando mi cartera estaba cuando me dijo: «Ni falta que hace Dani». A lo que yo le aseguré que si nuestros caminos se volvían a cruzar sería yo el que invitara, pequeña pausa para ir al baño y volvimos a la carretera.
He aquí la conversación filosófica, que en mi mejor intento recapitularé, todo esto con la noche ya entrada y Nat King Cole de fondo, el Jazz nos acompaño durante el resto del viaje.
-Pedro: Yo es que antes no entendía el socialismo, pero en estos años según he ido leyendo, puedo llegar a entenderlo.
-Yo: Incluso el sistema actual que tenemos?
– Pedro: No, no. La dirección de este gobierno está siendo horrible sin duda alguna, aunque filosofía y política van de la mano, junto a la economía y algunos campos pseudocientíficos.
-Yo: Entonces no es cuestión de ideología sino del entendimiento del método?.
He aquí un ejemplo mixto de conversación filosófica; siendo Pedro la persona cultivada en las lecturas de los autores más significativos de la historia de la filosofía, y yo, el inepto que vive felizmente en la ignorancia, aún así, demostrado queda que ambas partes pueden convivir y disfrutar del debate y del dialogo, mientras ambas partes lleguen a un entendimiento y respeto mutuo claro esta.
Al final, el vino y embutidos tomaron el control de la conversación ,algo en lo que -siendo de Extremadura- si tenía conocimientos.
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