Ni la mirada estéril ni el veto intempestivo a las ventanas

y a los pájaros. Ni haber ungido así, sin avisar,

el silencio más atroz. Fue el modo

en que depositó sobre la mesa aquel objeto trivial

lo que nos hizo saber que algo, tan inconcebible como cierto,

tan inasible como real,

algo como una garra o la túnica de un ángel lo rozaba

una vez más.

.

Que no sepas cómo fue ni quién lo hizo.

Que no tenga sentido ni razón. Que el viento

que arrastra bolsas, hojas, gente, te deposite a vos también

allá, en el lugar exacto de la incertidumbre. Que el estupor

marque el camino y el ritmo. Pero que una parte de vos

esté despierta cuando vengan a explicarte

la forma inexplicable de una nube.

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