Vacaciones en California

Vacaciones en California

cesarix

13/10/2024

Habíamos dicho salir por la mañana de viaje a la playa. No tenías mucho que hacer y en mi caso hasta que no pasen unos meses no tengo suficiente crecidos los animales para intercambiarlos en el mercado de ganado por grano, hierbas aromáticas o café, y especies. Así que nos podíamos ir con calma. Mientras le dije a Jimmy y Jessica si podían cuidar de alimentar a las vacas, que hacían de nosotros cowboys y cowgirls, en nuestro pequeño rancho. Ellos de camino al pueblo no tenían que desviarse mucho y les iba a dejar los fardos de paja listos y no había más que bombear un poco el pozo para llenar las piletas, labores que ellos también hacían en su granja. Les dije que ya se lo recompensaría con alguna pieza de carne o devolviendo el favor en otra ocasión. Los Wilkinsi eran gente de fiar aunque un poco pendencieros, y como no dejaba de ser un negocio, no había mucho riesgo. Quedaba bien nuestra futura casa al amparo y cuidado de nuestros vecinos.

Íbamos a caballo y al principio del viaje no hablábamos mucho, o quizás eran conversaciones superficiales, acerca del tiempo, los escorpiones y las patas de las caballos, evitar los cañones desde donde podían disparar indios, o pasar de lejos carruajes por encontrarnos ante posibles escaramuzas, lo típico de un viaje por el Oeste. Eran conversaciones anodinas. Estaba un poco nervioso ya que hace poco que estábamos juntos y no teníamos una confianza todavía que se dijera confianza confianza.

– Y cuando vamos a hacer el amor.

Dijiste aquello por algún motivo que no llego a entender y lo único que se me ocurrió fue tirar de las riendas y detener a mi caballo de improvisto, sooooo, se escuchó inmediatamente deteniendo el tuyo. Nos bajamos y fuimos acercandonos al tronco de un árbol, mientras te preguntaba sutilmente por qué acababas de decir, te iba llevando caminando de espaldas con mi palabras, como si el árbol fuera el último lugar, el destino, de un propósito un tanto incierto a la promulgación silenciada de los sentimientos, paso a paso, hasta que tú espalda contactó con la corteza y con un beso nos abrazamos acercándonos lo máximo que pudimos con nuestros cuerpos, fundiendo nuestros labios en una declaración de amor inconfesable.

La playa nos esperaba. En un momento así en el que se encontraban nuestras comunidades era algo del que ya teníamos tiempo y este viaje lo hacía mucha gente. Algunos no se arriesgaban por ataques en de los indios y era típico escuchar ni con caravana, aunque se trataba más de algo arrogante porque era tan poco probable y menos viajando con cuidado que era casi peor quedarse en el saloon, aunque se han escuchado algunas historias de raptos y pedir rescates por los rehenes siendo casos aislados. A nosotros no nos importaban mucho, en el pueblo nos conocían a muchos por ser los libertadores y ya nos habíamos hecho como a la valentía en algo tan asumido, como casi todo el mundo en el Oeste, que no era algo tan importante más que cuando volvías a recordarlo al cruzarte al enterrador, yendo y viniendo a por madera o de cerrar alguna tumba. Así que aquí la vida es así, tan cercana a la muerte, que un viaje era algo de lo que se asumía ir por encima de cualquier imprevisto, incluso si te mordía una serpiente y el veneno te iba consumiendo en la soledad del desierto, era algo que a nadie le parecía por que preocuparse mucho, y la sensación era como que allí te quedabas tirado si alguien no te puede llevar a un médico o mueres envenanado si no te puede llevar a tiempo. El Oeste no está bien hecho y es para gente que está hecha de una composición más robustq, no tiene que ver con el Este donde aún así fabrican mejores revólveres, aunque es nuestro lugar, es donde vivimos y terminas por acostumbrarte a esta vida, es casi que terminas por apegarte a esta forma de vivir y sus gentes, peor sería vivir siendo un nómada sin una casa donde guarecerse del frío de la noche, desplazándose por las llanuras en busca de búfalos, como salvajes, aunque es una vida que a muchos de nosotros nos llamaba la atención, no eran más que conversaciones con alguna copa de whisky de más, ya que no cambiábamos la vida de cowboy por otra más complicada. Por suerte, en este viaje no iba solo como muchos forasteros, a los que era frecuente encontrar con su caballo, iba contigo, y nos íbamos cargados con nuestras alforjas de vacaciones al mar, los dos caballos, en un terreno que se hacía extenso, con los caballos al trote y con los colores del atardecer que se dejaban ya distinguir muy parecidos a los de aquel terreno, siendo un buen momento en el que empezar a preocuparse por si encontrar un refugio, o hacer una hoguera y dormir al raso.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS