8:05 am. Frente a la casa de mi exesposa. Un amigo me dio su dirección con la única condición de que le contara como fue que reaccionó al verme. Estoy raramente nervioso. No puedo estar de otra manera, no después de todo el mal que le hice. Alguien abre la puerta.
– ¿Si? – una señora que supera el medio siglo de vida, que suerte – ¿A quién buscan?
– ¿Vive aquí el ingeniero David? – pregunté rápidamente.
– No se encuentra, pero esta su esposa. Si gusta puedo llamarla. – hubo un lapso de silencio, fingí que dudaba. Luego asenté suavemente. La señora entró de inmediato.
Mi editor se acercó a mí, se veía confundido.
– ¿Qué fue eso?
– Conozco a mí… a Valeria. Sé que si hubiera preguntado por ella, se asomaría por la ventana a investigar quien la busca. Y créeme, la policía seria lo siguiente que verías. En cambio, si buscan a… ese tipo, vendrá inmediatamente. No querrá hacer esperar a las visitas de… su marido. Bien, cuando abra solo tienes que… – la puerta sonó a mi espalda. Volteo, y ahí está Valeria.
Está a punto de cerrarme la puerta en la cara pero alcanzo a meter el brazo. Me lastima parte del antebrazo. Rápidamente vuelva a abrirla.
–¡Vete! No me hagas llamar a la policía. – ¡Demonios! Sigue tan hermosa como cuando la conocí. Aún mantiene esa cintura delgada. Esa cadera ancha y bien formada. El cabello negro y largo. Esos ojos grandes, esos hermosos ojos, la razón de mis desvelos… – ¡Carmen! – grita, llamando a la señora que nos recibió, supongo.
– Espera, no quiero molestarte. Es algo importante, enserio. – Me mira como dudando. Eso me pone mal. Le fallé tantas veces hasta que perdí su confianza. – Mira. Él es Bruno, mi editor. Que él te explique. – lo miro, aunque él no entiende aun lo que pasa. – ¡Explícale!
– Ah, sí. – Se acerca a la puerta – Encontramos este libro en mi casa. Por alguna razón, la cual queremos saber, su nombre se encuentra en él. Mírelo, está en la parte de atrás. – Valeria lo toma, lo inspecciona. Lo hojea varias veces. Luego me mira.
– Raúl, si me estas engañando…
– Claro que no, ahí está la prueba. Ni yo podría hacer una falsificación con esa calidad. – Me sigue mirando. Finge molestia. – Prometo que solo eso nos trae aquí. Confía en… – ¿”Confía en mi”? ¿Enserio, idiota? Esa fue es la única razón para aguantar todas tus tonterías, tu mal humor, y todo esa tortura mental que significa estar a tu lado por años.
–Pasen. – ¿Qué? ¿Acaso… sigue confiando en mí? Como al principio, como siempre. Solo un segundo bastó para asegurarme. Su mirada cambio. Pero ¿Por qué? no lo hagas. Dime que me vaya, llamaa la policía, pégame. Merezco tu odio, tu olvido. – Rápido. No quiero que David te vea aquí.
Nos dirigimos a la sala de esa gran casa. Es mucho más de lo que alguna vez le pude ofrecer. Solo el tamaño de la sala se comparaba con la de mi departamento. Además de tener un gran patio, como ella siempre soñó.
– Gran casa, un poco grande para mi gusto, además de que su decoración vanguardista hace un raro contraste con su gran tamaño. Yo prefiero lo minimalista. Además lo mío es el concreto, la madera atrae pestes y plagas. – ¡Cállate, idiota! Siempre alardeando, siempre queriendo ser el centro de atención, de su atención.
Ahora me miran ambos, aunque pronto ella se ocupa de seguir viendo el libro.
– Desconozco el papel, pero el cuero del exterior es muy peculiar, en la segunda guerra mundial se usó mucho. Lo raro es que solo era usado por los alemanes. Al ser muy resistente, mantenía sus notas y diarios. Al término de la guerra, después de las bombas, los aliados mandaron quemar todo rastro de la Alemania nazi. Las pocas que quedaron solo se encuentran en museos, la mayoría incompletos. Pero – me miró sorprendía. Enseguida volvió al libro. – esta no es alemana.
– ¿Cómo sabes eso? – Pregunta Bruno, aun maravillado con “Valeria la lista”. Así la llamaba cuando comenzaba a hablar sobre algo y dejaba de notar que había más personas, solo hablaba conmigo o con sí misma.
– Es fácil – claro, para ella siempre fue fácil todo. Excepto yo. – el hilo con el que cocieron el cuero solo se hace en Sudamérica. Pero el estilo de los nudos, es muy parecido a los hechos por los romanos, parecen rústicos pero tienen una simetría extraordinaria.
– Eso es impresionante, sabe eso solo mirándolo. – Dijo Bruno, totalmente anonadado.
– Sí, es muy inteligente. Por eso me case con ella… – ¿Qué? ¡Dije eso en voz alta! Estoy tan acostumbrado a estar solo últimamente que generalmente expreso mis ideas hablando con la nada. Ahora ellos me miran. Ella me mira. Sonrojada. Aunque levanta un poco la ceja y tiene ligeramente abiertos los labios. Eso solo puede significar una cosa, no puede hablar. Puede ser por enojo, o por vergüenza.
– No… Por favor, no vuelvas a decir nada sobre “nosotros”. – ¿Por qué? ¿Temes no soportarlo más y correr a mis brazos? Porquela verdad es lo que he estado pensando hacer desde que te vi. Quiero abrazarte, disculparme e inventar una historia que justifique lo idiota que soy. Pero sé que no pasará mucho antes de volver a hacerte sufrir. No quiero ver cómo te destruyo. No quiero hacerte mal. No de nuevo.
– Lo mejor será que nos vayamos – dijo inteligentemente Bruno, intentando calmar la situación – Puede conservar el libro mientras lo revisa con más cuidado ¿Le parece una semana?
– ¿Cómo? – Valeria aun esta desconcertada por mis palabras.
– Que sile parece bien estudiarlo por una semana. O dígame usted ¿Cuánto tiempo necesita?
– Sí, una semana está bien.
– Perfecto. De cualquier manera aquí tiene mi número. – Bruno le dio una tarjeta con su información de contacto y ella lo tomó de inmediato. Es obvio que le interesó el libro. – Cualquier cosa que necesite por favor hágamela saber.Estoy disponible las 24 horas. Ahora nos retiramos, con permiso. – Me hizo una señal para que avanzara delante de él.
Di unos pasos en dirección a la salida, pero no pude continuar. Voltee y ella me seguía mirando. Como esperando algo. Solo levanté la mano e hice una señal de despedida, algo que inmediatamente imitó. Después de eso salimos rápidamente de la casa. Una vez fuera, Bruno no tardó en hacer preguntas.
– ¿Qué pasó allá dentro?
– Nada – Exacto ¿Qué pasó? ¿Viste todos esos diplomas y reconocimientos en las paredes? Como diciendo “Soy un genio, alábenme”. Por suerte para él, nonos topamos. Hay muchas cosas que quiero arreglar. Porque ¿Viste esas ojeras? De seguro llega muy tarde siempre. Y cómo, el muy tonto, organiza los libros ¡Por colores! Además ¿Notaste como remodelaban una habitación? Se supone que eso es un trabajo de ambos, no solo para ella. Y de seguro le dijo algo sobre su peso, y ese es un tema del que se puede salir muy bien librado. Porque estaba tomando licuado. Nadie toma licuados a medio día a menos que estés en alguna dieta, o estés mal de salud ¿Estará enferma? No creo, se miraba igual o mejor que antes. Aunque su cadera aumento un par de centímetros… Espera, ojeras, nueva habitación, susceptible emocionalmente, dieta, aumento en cadera ¿Podrá estar… embarazada? – Vámonos, tengo trabajo que hacer.
– Oye, sé que nos conocemos muy poco. Pero no creo que sea correcto lo que hiciste. De hecho parte de la culpa es mía, no debería de haberte traído. Espero no hagas tonterías como esa de nuevo.
– Mira, niño – tiene alrededor de 25 años, aunque aparenta menos. Yo, en cambio, creo parecer de mi edad, 37. Así que tengo la autoridad para llamarlo “niño” – te hacen falta 30 cm de altura y como 40 kilogramos más de peso para poder decirme cómo comportarme. – soy solo un poco más alto que él, aunque la diferencia de peso es muy notoria. – Ahora, olvidaremos esta plática y seguiremos tan amigos como siempre.
Claro, saco mi estrés con el pobre chico. El cual solo es culpable de ser sincero conmigo, de confiar en mi tanto como lo hizo su padre.
– Brillante, pero un completo idiota.
– ¿Qué?
– Así te describe mi padre. “Brillante, pero un completo idiota. Y su única oportunidad para cambiar, se fue con esa chica linda” – Mierda. Tiene razón. No puedo culparlo, aunque eso hace que mi enojo aumente.
– No juegues con tu suerte, niño. Ahora vamos por el auto y llévame a mi departamento. Tengo un libro que terminar.
Su padre siempre trató de darme consejos. Me trató como a un hijo. Se ganó mi respeto por su manera de escribir, el mejor de su generación. Y ganó mi amistad cuando escuchaba todas mis tonterías, y sin juzgarme, trataba de hacerme un mejor hombre. Hasta el día que discutimos por mi manera de tratar a Valeria. Nunca permití que nadie se metiera en mi relación con ella. Ni siquiera mi hermano o mi madre. Y así fue como perdí a la única figura paterna que tuve. Recuerdo muy bien las últimas palabras que me dijo; “Cuando estés dispuesto a aceptar que no siempre es tu culpa, búscame. No eres tan malo como crees ser, hijo”. Después de ese día no lo he vuelto a ver. Espero algún día hacerlo.
Subimos al auto y enseguida partimos.
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