Sucedió en un coche

Era una tarde lluviosa cuando arranqué el coche, comenzando otro viaje que parecía ser anodino.

Mi primera pasajera fue Marta, una chica de unos 25 años que, para mi sorpresa, dijo trabajar en Malasia apareando tortugas. Me intrigó su historia, y lo que más me desconcertó fue cuando confesó que el trabajo le excitaba. Algo en su mirada me pareció inquietante.

A mitad del trayecto, recogí a Luis, un joven programador de 21 años que subió sin tan siquiera saludar, absorto en su teléfono. Pronto me comentó, sin que yo preguntara, que había creado un algoritmo que le estaba haciendo ganar más dinero del que yo tendría jamás. Su arrogancia era palpable, y su sonrisa soberbia y con un diente de oro me hizo sentir incómodo, era un verdadero pirata.

El último pasajero fue un chico de unos 23 años, que se presentó casi de inmediato diciendo que trabajaba en OnlyFans. Se aduló al hablar de su cuerpo y del éxito que tenía en la plataforma. Marta lo miró con curiosidad, preguntándole si realmente se sentía orgulloso de su trabajo, lo que lo descolocó brevemente, pero pronto volvió a su actitud confiada e, incluso, le propuso participar en su canal. Curiosamente, Marta no parecía muy reacia con esa idea.

De repente, el coche empezó a fallar. Las luces parpadearon y el vehículo se sacudió violentamente. Intenté frenar, pero los frenos no respondían. Luis, el programador, trató de ayudar hackeando el sistema del coche, pero no logró nada. La velocidad aumentaba y la lluvia hacía difícil ver el camino. Marta, sin perder la calma, comentó que a veces el destino nos prueba de formas extrañas, sugiriendo que todos en el coche compartíamos algo más profundo.

Conforme avanzábamos sin control, una figura oscura apareció en la distancia. La atmósfera se volvió más densa, y Marta, con voz sosegada, afirmó que esa presencia era una manifestación de nuestros miedos y decisiones. Mientras el pánico se apoderaba de los demás, Marta salió del coche y se enfrentó a la figura, explicando que solo aceptando quiénes éramos realmente podríamos salir de esa situación.

De pronto, el coche se detuvo en seco. La figura desapareció y la niebla se despejó. Marta volvió a su asiento diciendo, tranquilamente, que estábamos listos.

Justo en ese momento, mi despertador sonó, tenía que recoger a mis pasajeros de ese día: Marta, Luis y el guapete. ¿Cómo sería nuestro viaje?

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