El Arte Inmortal
En mi corta vida descubrí que hay un poder enorme en el arte, me asombra incluso redescubrirlo a través del tiempo, es como si realmente pudiese inmortalizarse y trascender por los siglos de los siglos.
Yo voy a morir, todos vamos a dejar este mundo y el arte va seguir vivo, va resistir guerras, pandemias, gobiernos, terrorismo, violencia, descontrol, tecnología, humanidad en peligro de extinción. Hay algo que despertó mi interés en particular y hace rato quería escribir, de hecho ya lo había hecho pero siento que mi idea había quedado inconsistente, esta vez no voy a cometer el mismo error. Vivo en una sociedad que ya adoptó a la tecnología como si se tratase de algo naturalizado, aun sin comprenderla del todo, ella convive con ellos, les roba tiempo, energía, habilidades, vínculos sociales, amor y como contrapartida les inyecta soledad, agotamiento, el mal llamado “amor propio”, su vida proyectada por el visor de una cámara, el lente digital por la mejor definición de todas, sus ojos, la automatización en reemplazo de la creatividad humana, este último no fue posible y gracias a dios, no lo fue.
Ella pinta, pinta porque le hace bien, dibuja un trazo y siente que la pintura le llena el alma, se siente más viva. Nunca la vi pintar en vivo, solo veo sus obras cuando me las muestra en persona recién terminadas, me deslumbran, me siento incapaz de realizar algo similar, por un momento admiro su arte, lo aprecio con cada minucioso detalle, hay algo oculto en cada obra, en cada retrato, en cada cuadro. Me crucé con otro cuadro, pero en redes sociales, una chica lo compartió, era bellísimo, citaba al pie que “nunca existirá una inteligencia artificial que genere algo así, porque no tiene de algo fundamental, un alma”.
Me quede pensando, mi resistencia hacia este tipo de nuevas tecnologías se acrecentó con el tiempo, porque atentan contra la creatividad del ser humano, buscan ser una copia barata de una brillante mente, crear en poco tiempo pero crear a medias, ser creativos pero no transmitir absolutamente nada, vacío, totalmente vacío. La inteligencia artificial no tiene alma, corazón, no tiene vida como tampoco lo tienen las tecnologías, no te pueden conmover con una obra, no te pueden erizar la piel con una canción, no te pueden hacer tan feliz como ese momento de paz que buscas en tu rutina diaria, no te pueden dejar una enseñanza que te marque de por vida, no saben de piel, de religión, ni de sexo, no saben nada de vos, de tu barrio, tu familia, tu origen, tu existencia en la inmensa tierra.
Últimamente las malas noticias abundan, me siento confuso, las malas rachas terminan por matarme en vida e intento sostenerme de cosas buenas, de pequeños logros propios y ajenos que me den un poco de emoción, esperanza o me cambien el día.
Sí sé que el arte resiste a todo, entonces sé que las inteligencias artificiales nunca podrán emular la creatividad humana y eso solo por hoy, es una buena noticia. Porque a mí, en lo personal, el arte me salvó la vida. Fueron personas de carne y hueso, no un robot, fueron almas, no entes sin corazón, fueron y serán una parte de mí aun después de muerto. Hay un libro escrito por una escritora argentina, que me dio un abrazo en medio de la oscuridad, hay canciones que me regalaron una caricia al alma destrozada en pedazos, hay películas que me marcaron para siempre y me inspiraron a seguir vivo, hay pinturas que dejaron huella y me transformaron como persona y ser humano.
El arte va seguir existiendo, mientras una persona siga escribiendo, componiendo, filmando, pintando, y cualquier otra cosa que para ustedes sea algo artístico. Allí encontraré una resistencia para vivir, una resistencia ante todo el mal, un sustento para curar mis heridas, para generar emociones a quienes me leen, me escuchan y me ven. No voy a renunciar al arte de escribir, de imaginar, de creer, de ser un poco sensible en mundo cada vez más hostil, es una promesa que me llevare hasta el último día, porque será la única forma de trascender, de seguir vivo aún después de muerto, porque si el arte es parte de mí, entonces voy a predicar un arte inmortal.
Rodrigo Gómez

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