Acabo de morir en una esquina siniestra del jirón Casma, en el umbral de callejon infame, un infierno social sumido en el anacronismo de una violencia muy vieja cuyo nombre, El Tambo, no recuerda para nada un lugar de refugio y sosiego en mi barrio / es mil novecientos setenta y cinco y una cuchillada mortal atravesó mi pecho matando mi vida / muriendo en cada exhalación de la poca vida que dejó esa herida mortal, en medio de seres humeantes y sombras peligrosas que ríen sin pasión sobre mi cuerpo mutilado / y me encuentro alli muriendo esa noche a pesar de la esperanza que discurre en las calles, perdiendo ante el odio, cayendo en el abismo de mi historia / Acaba de matarme un recuerdo feroz lleno de ciudad y dolor / lleno de Rímac y río / ahora soy un fantasma, una conciencia que se escapó del cuerpo y estoy sumido en droga y alcohol, en reyertas del alma, en chavetas asesinas, en poesia prisionera de sus ecos de pasado / soy un cuerpo inerme que se estremece con las lágrimas de las buenas almas escondidas en sus viejas casas / y soy también el murmullo de las calles peligrosas más viejas del Rímac / Y el cielo gris cae como lluvia triste sobre los dolientes de mi vida / ahora recorro las calles empedradas centenarias, el jardín Roma, el Limoncillo y calle maderas y su castillo en ruinas / así es como aparecen los negros libertos ante mis ojos, me tocan con pánico, huelen a plátano y pallar / odian mi recuerdo / huelen a viento en los sepulcros / soy el muerto del pasado que no ha podido escapar de ese recuerdo que fue mi vida / porque caí abatido en una calle sucia bajo una luna clara de mil novecientos setenta y cinco / cubierto de sangre y emoción / y fui velado en un ataud anónimo bajo el llanto de cervezas y lisuras / y no renací ni me elevé a cielo alguno / porque en el Rímac de los sententas que no logré sobrevivir, la muerte y la noche huelen igual para los caídos de su sórdida realidad
OPINIONES Y COMENTARIOS