Majestuoso avanza, irreverente.

Emociones entrelazadas en sinfonías

de ruidos y acompasados tropeles.

Oleadas de temblores que atraviesan

los puentes de Buenos Aires

en zarandeo inclemente.

Gimen los vagones estridencias

de hierros, de metales y de rieles.

¡Tan – tón, tan – tón!

Ajetreos y… gente y más gente;

ríos humanos en sintonía paciente;

silentes los labios, sudorosas las frentes.

En cada alma una historia

que, en el fragor, se adormece;

jornada que culmina,

regocijos y reveses.

¡Tan – tón, tan – tón!

Remolinos de añoranzas

que evocan los vaivenes

de mi vida, de otro tiempo,

de trenes que no abordé

y recordar, estremece.

Tan… ton… tan… ton…

Suavemente se desliza, se detiene.

Yo resurjo del letargo…

¡he llegado a mi estación!

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