Antiguos pesares te doblegan.
Tropiezas, paso por paso, con los recuerdos
apostados en los recovecos
de tu alma devastada y marchita.
Huyes de la agonía de tus noches
carentes de astros azules.
Se descama el calendario de tu piel.
Te consume el silencio que te habita
en el devenir de tus jornadas.
Te duele, por voraz y absurda,
la súplica que se escurre de tus labios
y se deshace, en un vacío inútil
ante la ansiada respuesta que aún esperas.
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