Los Olvidados
Buenos Aires es una ciudad inmensa, no bastaría un día para conocerla ni contemplar sus edificios, monumentos, bibliotecas, universidades, avenidas, los clubes, la gente, los barrios. La vorágine de la rutina los atrapa a ellos, trabajadores, estudiantes, niños, los cuales viven colapsados de ansiedad e incertidumbre, pero igual avanzan, creen, buscan, viven. Se transportan en autos, motos, colectivos, subtes, trenes, ensimismados en su pantalla personal, escuchando música que los abstrae de un mundo que cada vez es más hostil y extraño, demasiado preocupados por el futuro, poco ocupados por el presente, en la búsqueda de un destino, un trabajo, un amor. Ya no ven con ojos luminosos a las calles porteñas, fueron apagadas por la crisis social, la angustia generalizada es eco de un pueblo triste que busca la comunidad y juntarse con el otro en busca de consuelo.
En este mismo lugar viven los olvidados, los excluidos, los marginados. Ellos no tienen casa, agua caliente, una cama cómoda, comida, educación, un barrio al que pertenecen. Fueron olvidados por la dirigencia política, por la sociedad argentina, por dios. Los números de la pobreza crecen año tras año, están en los subtes, en trenes, en las calles, no los ven o elijen no verlos.
Ellos aprendieron a vivir jugando diariamente a improvisar, aceptando que un nuevo día es una nueva incógnita, sobreviven como pueden, aferrándose a la ilusión de una vida mejor, dando la lucha en noches que hielan sus huesos o en madrugadas de insomnio que sofocaban de calor su alma deshidratada. No estuvieron en la nieve de la montaña ni en el desierto pero estar a la intemperie se sintió así. Combaten no solo para preservar su propia vida sino también con una decisión política que busca expulsarlos con discursos de odio, les molesta la pobreza pero no pueden ocultarla, aquellos que hicieron de la calle su hogar pero cada vez son más, la protesta, pero represión nunca fue amigo del pueblo, el héroe que salió de una villa para regalar alegría a un pueblo sumergido en la más cruda tristeza.
El olvidado también es un ser humano que siente, que quiere progresar, que entiende de política aunque lo subestimen, que se funde en un abrazo de gol y siente que la tristeza pesa menos, que ama su país y se moriría antes que pensar emigrar a otro, es argentino como vos.
Bajo del tren como de costumbre, en su casa lo esperaba su familia, sus gatos, sus perros, su comida caliente recién horneada, una charla para cerrar el día, una computadora para escribir y una canción para sentirse acompañado. Está un poco sensible, no lo va disimular, pero hay algo que no puede olvidar.
Los vio a ellos, juntando sus trapos viejos, un colchón para dos personas, el techo es del puesto de diario, las paredes que no existen pero ellos imaginan que están ahí, tienen un termo a mano porque nunca es mal momento para un buen mate, un poco de pan para pasar la noche y agradecen a dios, estar vivos otro día. En ese momento cruza la calle un amigo de cuatro patas, a él también lo olvidaron, lo abandonaron a su suerte, pasea por la ciudad en busca de alguien que lo rescate, que le de amor para volver a ser feliz.
Esta noche, no encontró una familia que lo adopte, pero ellos le dieron comida, de la poca que tenían, porque saben lo que es sentirse abandonados, excluidos, marginados, olvidados.
Rodrigo Gómez

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS