¿Como se cura un mal hábito?

Dicen que comenzar un texto con una pregunta nunca es buen augurio. Bueno, ya saldada esa deuda, hagamos la pregunta: ¿Te han dicho alguna vez que en ti reside el poder de lograr lo que te propongas?

Nos han enseñado, a lo largo de la vida, que para salir de un mal momento, superar un mal hábito o cambiar un pensamiento intrusivo, debemos volver a nosotros mismos. Nos instan a descender a lo más recóndito de nuestras mentes, cual caballero armado hasta los dientes, para luchar contra el dragón de nuestros temores.

Siempre se nos ha presentado la batalla contra los malos hábitos como un conjunto de acciones que debemos llevar a cabo en soledad, exaltando las virtudes de quienes logran sobreponerse a sus propios conflictos internos.

Pero no me malinterpretes, estimado lector, ni mucho menos pienses que este es un texto que busca dar respuestas definitivas a esa encrucijada sobre cuál es la vía correcta. Mi intención es más modesta: quiero ofrecer algunas líneas de reflexión que, lejos de brindar consuelo, nos inviten a reconsiderar lo que hemos aprendido como solución o verdad.

Comencemos por ver cómo se construye un mal hábito. Tomemos como ejemplo la voz intrusiva del famoso síndrome del impostor. Supongamos que la semana pasada Juanito recibió un elogio de Juanita. Por respeto a los protagonistas de esta historia, cambiaremos sus identidades a nombres genéricos; una aclaración inútil, porque Juanito y Juanita ya son bastante obvios. Pero, bromas aparte, sigamos.

Juanito, al principio, sintió alegría. Sin embargo, tras un breve instante y debido a pensamientos intrusivos, comenzó a creer que el elogio proveniente de los labios de Juanita no era más que un gesto protocolario y social. Pensó para sus adentros que no merecía tal atención, que sus acciones no eran tan valiosas como para justificar semejante halago.

Si, amigo o amiga lectora, te sientes identificado en algún nivel con Juanito, no estás solo ni sola. Este mal hábito, tan bien documentado, no es más que una costumbre aprendida a lo largo de los años. Algo que rara vez se menciona es que un mal hábito como este, o cualquier práctica nociva hacia uno mismo, siempre se construyó colectivamente.

Desde la niñez, hemos sido objeto de reproches, ya sea por parte de nuestros padres o profesores, por apenas haber aprobado un examen o por no destacarnos tanto como otras personas. Nos recriminaban por no alcanzar la cima, como si siempre estuviéramos en deuda con el éxito.

Cada mal hábito, como este y muchos otros, se ha formado con la influencia de quienes nos rodean. Nos damos cuenta, al final, de que no hemos aprendido estos comportamientos en soledad. Dicho esto, planteo la siguiente pregunta:

¿Por qué nos dicen que la solución a estos malos hábitos reside solo en nosotros? Nos repiten que debemos aprender por nuestra cuenta a solucionarlos, a sobreponernos, a no creer todo lo que nos decimos a nosotros mismos. Siempre, las alternativas parecen ser explicaciones o acciones solipsistas, como si todo dependiera exclusivamente de nuestra voluntad.

¿Por qué deberíamos romper un mal hábito, que se construyó colectivamente, de forma individual? ¿No sería más efectivo aprender a deshacernos de estos hábitos de la misma manera en que los adquirimos: colectivamente? Acompañándonos, escuchando a los demás, recordando que no estamos solos ni somos insuficientes.

Veo en esta forma de proceder otra excusa de nuestras sociedades modernas para evadir la responsabilidad por los individuos rotos y golpeados que produce. Individuos que, tras haber sido dañados desde su infancia, son luego dejados a su suerte, con la expectativa de que resuelvan solos sus problemas y malos hábitos.

Si has llegado hasta aquí y, al igual que Juanito, has pasado por experiencias similares, quizás la frase que aunque trillada sigue siendo válida es: «No estás solo ni sola». Y me atrevo a agregar un apéndice importante: No creas la mentira de que solo tú eres responsable de lo que te sucede. Busca a otros que, como tú, puedan ayudarte a construir nuevas maneras de romper esos hábitos con los que estás lidiando.

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